La idea de víctima puede tener una amplia gama de interpretaciones. Es un término muy usado en lo jurídico. No obstante, nos interesa verificarlo desde la perspectiva de la psicología.
Muchas personas tienden a sentir lástima de sí mismas. Una manera de evitar que sean confrontadas es usar el semblante de víctima constante. Asimismo, en diversas interacciones muchas veces se tiene el rol de víctima en muchas situaciones cotidianas. Al respecto, desarrollamos este tema a continuación.
Conceptualización del constructo víctima
El término “victima” proviene del vocablo griego τàíερá, que define la “ofrenda para un sacrificio”. Además, por su origen latino, vĭctima, significa el animal destinado al sacrificio.
No se sabe con certeza cómo llegó la palabra víctima al latín. Junto al término aparecen victus ‘alimento’ (como también ‘vencido’) y vinctus ‘encadenado’. El rol de la víctima es llevar a cuestas los pecados de todos, ser sacrificada (de sacrum facere ‘hacer algo sagrado`) con el fin de que la sociedad se vea libre de sus culpas.
De acuerdo al Diccionario de Psicología de Umberto Galimberti (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2002) una víctima es el individuo o grupo que, sin haber violado reglas acordadas, es sometido a vejaciones, maltratos y sufrimientos de todo tipo, con frecuencia por efecto de ese mecanismo proyectivo que instituye el chivo expiatorio.
La condición de víctima puede también ser una experiencia injustificada en el plano de la realidad, o una forma de simulación para obtener afecto o ventajas de algún género. En estos casos se habla de conducta victimista.
Sobre la victimología
La victimología se ocupa del estudio de las víctimas de la delincuencia en las múltiples etapas de victimización. Esta disciplina deriva de la criminología y define a la víctima como todo individuo que sufre un daño, reconocido por otro y del cual no siempre es consciente. La noción de víctima va siempre ligada al daño causado a un sujeto por agentes externos.
Para Mendelsohn, la víctima no es una persona en sí misma, sino la personalidad del sujeto o de la colectividad, en la medida en que se ve afectada por las consecuencias sociales de su sufrimiento, ocasionado por varios factores: físicos, psicológicos, económicos, políticos, sociales, naturales y técnicos. [Véase: Mendelsohn, B. (1981), “La victimología y las tendencias de la sociedad contemporánea”, Revista Llanud, San José, Costa Rica, año 4, abril.]
En consecuencia, pudiera afirmarse que la noción de “víctima” acoge los criterios siguientes:
- Individuo: la victima puede ser una persona como tal o una persona jurídica. Personas o grupos de ellas.
- Sometido: la situación implica la existencia de “opresión sobre alguien” que provoca su restricción y sufrimiento.
- Daño: toda víctima es objeto de algún tipo de perjuicio.
- Reconocido: requisito subyacente porque la víctima necesita su distinción como tal.
- Otro: la declaración “yo soy víctima” no es necesaria ni suficiente para que sea considerada como tal, es determinante el reconocimiento del “otro”.
- No siempre consciente: la noción de víctima no está sujeta tampoco a la conciencia de serlo porque dejaría al margen a muchas víctimas.
- Agente dañino indiferenciado: regularmente el daño infringido es de persona o grupos de personas a persona natural o jurídica o viceversa; pero, el perjuicio puede provenir de agentes naturales, como un huracán, un sismo o cualquier otra causa natural no previsible e inimputable a otro. En este caso se habla de población o personas siniestradas.
- En criminología se reconocen los delitos sin víctima: los delitos contra el estado, personas jurídicas, la criminalidad financiera, entre otras formas de crímenes. Es decir, el concepto de víctima es amplio y diversificado.
Estas líneas van dedicadas al concepto de víctima desde la Psicología por lo que lo importante es destacar a la víctima como sujeto natural, en su manifestación individual y colectiva.
También existen las víctimas colectivas
Por víctimas colectivas se comprenden aquellas situaciones en las que las secuelas son experimentadas por grandes grupos humanos y, por ello, solo pueden atenderse en conjunto y no de manera personalizada.
Las consecuencias psicológicas de la victimización consisten en trastornos conductuales, depresión, fobia, entre otras patologías; lo que se denomina “Trastornos de Estrés Postraumático”.
No obstante, no solo aparecen por una situación traumática puntual. También, pueden ser consecuencia de un estrés continuado. Por ejemplo, las comunidades que sufren los abusos del racismo o la xenofobia. Asimismo, los alumnos que en edad escolar padecen de bullyng.
- Características de la víctima y la victimización
La victimización se produce a nivel conductual y resume los corolarios de la víctima. Desde la perspectiva psicológica, las consecuencias generales de la victimización pueden ser descritas en los términos siguientes:
- La sensación de angustia.
- Permanencia por largos periodos de esa angustia.
- La víctima sufre un shock que le impide reaccionar en la situación agraviante.
- La víctima siente miedo en el instante del agravio, particularmente en las situaciones de asalto.
- La ira aparece junto al miedo y es mayor en los casos de asalto. Igualmente, puede permanecer tiempo después del suceso traumático.
- Las reacciones iniciales antes descritas son seguidas regularmente por trastornos emocionales, que se manifiestan a través de síntomas psiquiátricos. Todo depende de las circunstancias y el tipo de agravio.
Como es de esperarse, los individuos reaccionan de manera distinta a cada situación que suponga un peligro para su integridad física. Es decir, la noción de víctima es subjetiva.
Consecuencias de la noción de víctima
Las consecuencias psicológicas de la victimización no solo dependen de las diferentes manifestaciones de la individualidad y de los escenarios (uso de armas, carácter de la agresión, tiempo de exposición, etc.), sino además del delito perpetrado. Importa mucho para una caracterización de la victimización el tipo de agresión.
En el caso de un allanamiento de morada los estudios concluyen que la rabia es la primera y la más fuerte de las emociones, seguida por el shock, los trastornos emocionales como confusión y llanto, sorpresa e incredulidad más el miedo.
Ahora bien, esas emociones no tendrían mayor importancia si con el pasar del tiempo perdieran fuerza.
Sin embargo, las consecuencias en el caso de allanamiento de morada varían: desde la total indiferencia hasta la paranoia (aunque no es común), pasando por acciones protectoras y de investigación, etc.
Con el pasar de las semanas, las víctimas pueden acometer las acciones necesarias para dar con los responsables. Por otra parte, tienden a fortalecer, en la medida de lo posible, las condiciones de seguridad de sus hogares. Un porcentaje nada despreciable manifiesta estar aún asustado, precavido al ingresar a su casa y el haber iniciado la ingesta de ansiolíticos. También puede llegar a afectar la salud física de las personas.
Caso muy distinto cuando se trata de mujeres que son víctima de violación sexual. La victimización se extiende a lo largo del tiempo. Los estudios han clasificado los trastornos en a) cambios conductuales; b) relaciones interpersonales; c) síntomas físicos; y d) respuestas emocionales.
Como vemos, el tema la víctima es algo doblemente subjetivo. Tanto por el lado de las causas que hacen a una persona víctima; como por las consecuencias. Hay que recordar que el estudio de la noción de víctima se engloba en los parámetros de la psicología conductual.
Los cambios conductuales vinculados a la víctima
Respecto a los cambios conductuales, no suelen extinguirse con el paso del tiempo. Inmediatamente después del asalto o evento traumático, se produce un cambio significativo de la conducta de la persona, que va de grave a moderado y puede empeorar con el paso de los meses.
Respecto a la afectación de las relaciones interpersonales, si bien inmediatamente después del evento que causa la conducta de víctima, no se verían muy afectadas, pasados los meses la persona puede experimentar una mayor dificultad en relacionarse con los demás.
Los síntomas físicos se conservan altos, sobre el 50%/100, al cabo de varios meses. El miedo, la tensión, las emociones negativas, que se manifiestan en muy alto grado. Infortunadamente, son actitudes y pensamientos que se conservan en buena medida con el paso de los meses.
Otras consideraciones sobre el tema de la victimización
La victimización puede resultar, en casos de profundo impacto emocional, en el suicidio. Además, cuando las víctimas de delito sexual son menores o adolescentes éstas pueden llegar a convertirse en agresores.
La incidencia de casos de delitos sexuales por parte de personas adultas que sufrieron abusos sexuales en su etapa infantil es suficientemente alta para asegurarlo. Los diversos estudios lo corroboran en porcentajes que van del 22% al 82%. [Véase: Knopp, F. H. (1984), Retraining adult sex offenders: Methods and models, Orwel, VT.: Safer Society.]
Lo anterior, también, se compara con grupos que han padecido discriminación de manera constante. Suelen ser comunidades que tienen muy arraigada la victimización. Por eso, siempre piden reivindicaciones. Asimismo, suelen ser bastante susceptible en actos en los cuales los individuos se sienten minimizados.
La ayuda a las víctimas
Las víctimas podrían recibir eventualmente una atención jurídica que haga justicia en cada caso, pero las secuelas psicológicas, expresadas en las alteraciones de las relaciones interpersonales, los cambios conductuales o las reacciones emocionales, son en la mayoría de los casos más decisivas, traumáticas y prolongadas en el tiempo que las consecuencias físicas.
Las consecuencias psicológicas no son motivo de atención particular para las decisiones judiciales.
Las secuelas antes enunciadas constituyen los síntomas del estrés postraumático y, en cualquier caso, su redundancia, importancia y permanencia, como síntomas de la victimización, dependerá del tipo de delito o causa de la misma.
Los agentes que generan la condición de víctima
En el aparte anterior se distinguió al elemento natural como parte de los factores que producen perjuicios en las personas. Son agentes dañinos no imputables en tanto no son de naturaleza humana (aunque indirectamente el factor humano podría intervenir).
En la mayoría de los casos, no se pueden prevenir, pero sí mitigar sus consecuencias dañinas. La intervención humana de los espacios naturales puede ser un factor responsable de ciertos siniestros naturales, como la intervención de los afluentes naturales de los ríos.
Entendida la catástrofe como un agente agresor es también motivo y agente potencial de psico-traumatismos en los individuos.
La agresión que causa una catástrofe implica unas secuelas importantes en la medida en que el sujeto experimenta un suceso que escapa a su comprensión y tolerancia psico-emocional. La persona se traumatiza por el sufrimiento que éste le produce.
La catástrofe es un evento traumático que puede ocurrir en la vida de un individuo o de una sociedad. Ésta, como agente agresor, someterá al individuo a diferentes reacciones que se traducirán en un proceso cognitivo-comportamental.
El individuo, con base a sus posibilidades intelectuales, físicas, psíquicas, emocionales, materiales y autoprotectoras, podrá responder de manera más o menos adaptada al evento catastrófico. El traumatismo consiste en la inacción del psiquismo al agente agresor.
La psicología del traumatismo psíquico
En tal sentido, en la psicología el traumatismo psíquico es el traspaso de un impacto de naturaleza externa sobre el psiquismo, causante de modificaciones psicopatológicas.
La víctima podría sufrir de neurosis traumática, que se caracteriza por la repetición de los eventos traumáticos originarios (Síndrome de Repetición), con síntomas particulares y desórdenes psico-somáticos.
Las víctimas de grandes catástrofes (tsunami, sismos, etc.) están sujetas a padecer este síndrome, por el desbordamiento de sus defensas psíquicas ante estímulos incontrolables. Forma parte de los trastornos por estrés post-traumático.
Tenemos así un campo de estudio que estudia a las víctimas desde lo psicológico. Algo distinto a la victimología, que como dijimos antes proviene de la criminalística. El traumatismo psíquico permite entender las maneras en que la mente, las emociones y la conducta se alinean en una persona considerada como víctima.
Diversas maneras de estudiar el fenómeno de la “víctima”
Cuando se aborda el campo de la víctima, producto de una catástrofe, desde lo psicológico, la nomenclatura destaca, como se ha dicho, a los Trastornos por Estrés Postraumático. Básicamente, estos son los indicadores que delatan la existencia de una victimización. Si una persona no tiene estos trastornos, entonces no encaja en el perfil de una víctima.
Estos trastornos son respuestas diferidas o extendidas a una situación estresante que causa síntomas de malestar psicológico. Pero, también, se han precisado otros Síndromes Psicotraumáticos con otras manifestaciones clínicas sin la presencia de neurosis traumática estructurada.
En efecto, son síndromes que podrían incluir episodios de repetición, ansiedad y fobias particulares, pero no incluyen modificación de la personalidad. Además, el sujeto manifiesta que no sufre de episodios de repetición, aunque sí de un malestar extendido en el tiempo.
Otro aspecto es la pérdida del interés por los demás y las cosas, revelando irritabilidad y ensimismamiento. Cierta tendencia al aislamiento refleja cierta vergüenza por parte de la persona a aceptar su condición de víctima. Empero, esto necesariamente quiere decir que la gente supere la circunstancia. Muchas veces, quiere decir que no hay disposición para afrontarla.
La psicología y el tratamiento terapéutico de la víctima
La Psicología tiene un rol fundamental en el tratamiento terapéutico de las víctimas de cada una de las variables posibles por las que un individuo o un grupo se ven sometidos a perjuicios (agresión sexual, asalto, discriminación, catástrofes, etc.) La víctima-paciente cuenta con un repertorio de psicoterapias.
Sin embargo, aún no se cuenta con las herramientas teóricas y metodológicas que faciliten identificar y conceptualizar, con exactitud, los trastornos psicológicos que los actores o elementos agresores (especialmente las catástrofes) pueden producir en las víctimas a corto, mediano y largo plazo, en los diversos contextos socio-culturales.
Se reconoce la existencia de eventos traumáticos que inciden negativamente en un gran número de personas. Algunas víctimas no logran superarlos. Otras, después de una respuesta psicológica fuerte, logran readaptarse al contexto y ocuparse de sus necesidades más apremiantes. El resto, incluso, acometen nuevos proyectos renovadores hacia el futuro.
¿Hay personas resistentes a ser víctimas?
Las personas resistentes al estrés no son inmunes a la victimización y el trauma, sino que son capaces de hacer frente a la vida ordinaria e reincorporarse a experiencias positivas. Son rasgos comunes en ellos el control emocional, una autoestima adecuada, una vida social gratificante, una actitud positiva, una vida equilibrada, etc.
Por el contrario, las personas vulnerables son proclives al trauma y a procesos de victimización. Son factores aglutinantes y propiciadores: un nivel bajo de inteligencia, la inestabilidad emocional, el fatalismo, la percepción exagerada de sucesos, etc.
Por lo general, los individuos carecen de confianza en las capacidades propias, de carácter psicológico, para lograr el dominio de la situación. En los historiales de abusos sexuales a temprana edad se acentúa la fragilidad emocional a lo largo del tiempo. También, los antecedentes psiquiátricos familiares hacen más propenso el trauma psicológico.
Finalmente, vemos que no hay factores 100% decisivos en este tema. Algunas personas pueden tornarse en víctimas luego de un evento. Otras, ante ese mismo suceso no se convierten en víctimas. Esto hace que sea un tema variable, dependiente de la personalidad de las personas.
Resta decir que la psicología hace poco se ha adentrado en este tema. Ya hemos dicho que ha sido la criminología la que hace los primeros estudios al respecto