La vida en comunidad está vinculada con la idea de solidaridad, disposición naturalmente humana para actuar y colaborar en función de una meta en común. Las comunidades y sociedades están unidas por valores y objetivos de naturaleza más o menos empática y más o menos racional.
Las comunidades y sociedades establecen vínculos emocionales de colaboración, amor y por voluntad racional, conforme a dirimir objetivos específicos. El sentido de comunidad y solidaridad es sobrepuesto a la voluntad individualista de poder del individuo, con el fin de conservar la cohesión social.
¿Qué es la solidaridad?
Compasión y solidaridad son nociones que están estrechamente relacionadas. La compasión es la identificación emocional por el dolor del prójimo, el cual se expresa mediante un sentimiento de solidaridad.
El término “solidaridad” deriva del latín (soliditas), el cual significa el arreglo compacto y homogéneo de una cosa, cuyos elementos constitutivos tienen el mismo origen. Por otra parte, la palabra también define la fidelidad fortuita a la causa o a la empresa de otras personas.
Para la religión judeo cristiana, la palabra solidaritas aparece asociada con fraternidad: la voluntad humana que persigue el bien del prójimo, bajo la conciencia de que los individuos son todos iguales en dignidad, por ser hijos de Dios.
En la misión social de la iglesia católica, subyace la noción de ayuda mutua vinculada a los significados de desprendimiento, responsabilidad y generosidad.
La solidaridad es fundamental en los asuntos legales. De hecho, la idea de socio sería improbable sin la solidaridad, sin la responsabilidad individual que implica la atención de las obligaciones de una sociedad (financiera, por ejemplo). La solidaridad en lo jurídico conlleva el compromiso compartido.
¿Cuáles son sus características?
El ser humano es gregario por naturaleza. El sentido de solidaridad viene justamente de su propia naturaleza. Los sujetos viven en sociedad por una necesidad vital: es imposible el desarrollo individual sin el concurso de los demás. Sobre la noción de solidaridad en sociología, el especialista É. Durkheim establece dos vertientes. Por un lado, como hecho social y, por otro, como un deseo o instrumento ideológico.
Para el sociólogo, la evolución social se sostiene sobre estas dos corrientes, que delimitan dos tipos de solidaridad: solidaridad mecánica y solidaridad orgánica. La solidaridad mecánica o primigenia se fundamenta en una dependencia (identificación) por similitud y conserva un trasfondo religioso.
En cambio, la solidaridad orgánica define la necesidad de las relaciones entre individuos a partir de la diferencia, consustancial a la división del trabajo. En otras palabras, la solidaridad se basa en la necesaria cooperación entre individuos.
La solidaridad es así entendida por sus aspectos ideológicos, como un factor de integración y cooperación, en el que se deja ver un ideal moral y se transforma en herramienta de legitimación social.
En estos términos, la solidaridad y el igualitarismo, jurídicamente consagrado como derecho, no bloquea la necesidad de ser solidarios. Y es que la solidaridad no solo implica la adopción de los intereses ajenos como propios, sino además la conciencia de un compromiso colectivo.
Bajo esa perspectiva, la solidaridad es un principio que no se agota en la idea, también principista, de igualdad, sino que inviste a los ciudadanos (miembros de una comunidad específica), con la autoridad (y el deber) para actuar en función de favorecer y garantizar los intereses públicos.
La solidaridad orgánica es una etapa evolucionada del desarrollo histórico de los pueblos, sin ella no habría cabida a la convivencia pacífica (de hecho, el fenómeno de las nuevas migraciones europeas, asiáticas y latinoamericanas, ha recordado sus antítesis, la xenofobia y el racismo).
En síntesis, la solidaridad orgánica es un ideal moral, que exige la sinergia entre instituciones e individuos. El derecho y la solidaridad aparecen juntos en la evolución social de las naciones. El derecho o el conjunto de leyes que han creado los pueblos, son la cara visible de la solidaridad.
De manera similar, la solidaridad es la base de la moral, ya que esta última solo existe en el ámbito de la intermediación y pertenencia a un grupo social. No tendría sentido hablar de moral sin sociedades.
La cooperación es una clase de proceso social por el que dos o más individuos o colectivos trabajan en conjunto con el fin de lograr un objetivo común. A tal efecto, la cooperación es fundamental para la preservación y presencia de las comunidades y sociedades.
En la práctica, lo importante de esta clase de interacción social es el proceso que conlleva un esfuerzo comunitario, más o menos al unísono, que conduce a un mismo fin. La cooperación es la solidaridad social puesta en práctica.
Tipos de solidaridad. Ejemplos prácticos
Indiscutiblemente la solidaridad como principio moral y social atrae a no pocos expertos en sociología, leyes, filosofía, científicos sociales, estadistas, politólogos e ideólogos. Y es que el concepto está enraizado en las sociedades contemporáneas como una conquista del humanismo, que debería ser defendida sin cuestionamiento alguno.
A nivel mundial, está presente la carta de declaración de los Derechos Humanos, una serie de valores universales que gozan de la aceptación internacional: tolerancia, igualdad, solidaridad, justicia, libertad, entre otros.
Sin embargo, el contrato social muestra sus costuras en los tiempos que corren, cuando se observa un divorcio entre las formas de vida e intereses occidentales y orientales, entre las democracias y el capitalismo y las nuevas formas de totalitarismo y comunismo. Como se ha visto, la solidaridad orgánica ha permitido la existencia de las sociedades. De esta derivan la moral y el derecho.
El hecho es que parecen haber dos mundos distintos (o dobles discursos), el de los mandatarios que abogan por la solidaridad hacia las minorías, los excluidos y las migraciones de origen diverso y la realidad misma, expresada en leyes de inmigración más estrictas, nacionalismos exacerbados, cierre de fronteras a los migrantes, violencia xenófoba y violencia terrorista.
En el campo educativo, el compromiso y la solidaridad, debe ser expresión de un modelo organizativo de tipo grupal y colaborativo, que facilite la autonomía profesional sumada a la integración de los agentes en la institución.
En ese marco de actuaciones, un ejemplo claro de solidaridad es el observado en la sinergia que se establece entre padres y representantes, maestros, profesores y las autoridades educativas, en función de compartir metas a favor del proceso de enseñanza-aprendizaje.
El modelo de las escuelas más exitosas es el que promueve el compromiso y la colaboración de sus miembros, siguiendo los valores de autonomía, colaboración, interdependencia, reflexión y solidaridad.
La institucionalidad familiar se ha visto transformada y ampliada en las últimas décadas. Los tipos de familia son diversos y están menos articuladas bajo las premisas de las grandes ideologías religiosas. Sin embargo, el tema de la solidaridad sobrepasa las cuestiones tipológicas. Las familias siguen siendo los fundamentos de las sociedades contemporáneas y es allí donde se determina el futuro de los ciudadanos.
De las familias surge la cohesión social, el sentido de justicia, la conciencia comunitaria y la cultura. Por ello, la solidaridad no deja de ser un valor incuestionable para la mejora del barrio, de la comunidad y de la ciudad misma.
Más allá de las previsiones gubernamentales, numerosos programas de asistencia social son promovidos por iniciativas privadas en países como Estados Unidos de América, España y Francia, que incluso exceden las fronteras. Esto es posible gracias a la movilidad social de estos países y la generación de empresas e iniciativas privadas con vocación de responsabilidad social.
Pero, aterrizando en niveles más familiares, los ejemplos de solidaridad familiar y entre vecinos son comunes en sociedades cada vez más articuladas, donde se crean cooperativas para promover actividades deportivas, culturales y recreativas.