La vida en el planeta que hemos llamado Tierra no sería posible sin el astro rey, como popularmente se le llama al sol. Todas las especies que habitan en este planeta se benefician de una u otra manera de los rayos de luz que emite el sol.
La luz del sol es esencial para el proceso de fotosíntesis del reino vegetal. Sin el sol los ciclos naturales, las estaciones, el clima, no podría auto-regularse y conservar las temperaturas en rangos que permitan la vida. De hecho, hacia los polos norte y sur, donde las temperaturas permanecen muy por debajo de cero grados centígrados, y en los desiertos con temperaturas por encima de 40º centígrados, las formas de vida son muy escasas.
Sol, vida y salud
Todas las grandes culturas del pasado tuvieron una relación cercana con el astro rey. Eran adoradores del sol, representado en imágenes y esculturas. Incluso, los templos y edificios consagratorios fueron orientados al oriente, por donde el sol sale cada día. El sol era una divinidad, junto a la luna y demás elementos de la naturaleza. Y es que las culturas primigenias necesitaban permanecer en paz con esas fuerzas superiores y desconocidas.
Por solo mencionar un apunte histórico sobre la importancia terapéutica dada al sol, se sabe que ya en el siglo V, antes de Cristo, la sociedad egipcia edificaba enormes terrazas con la finalidad de que sus habitantes toman baños de sol. Ellos estaban conscientes de la importancia sanitaria que tienen los rayos de sol en las afecciones de las articulaciones y huesos, que hoy se entienden como osteoporosis, artritis reumatoide, artrosis, etc.
En esos tiempos remotos probablemente no sabían que los rayos de sol intervienen en la formación de óxido nitroso (NO), mediante un transmisor químico soltado en la dermis de la piel. Gracias a la luz natural, este compuesto pasa al sistema circulatorio, ensancha los vasos y arterias, aminorando la presión sanguínea. Los rayos de sol son una fortuna para la salud del corazón.
Para la astronomía, el sol es una estrella entre millones en el universo; para la biología, el sol es la fuente de la vida en el planeta; para los filósofos, el punto focal y simbólico de toda reflexión y existencia humana; para los artistas, un gran germen de inspiración y creación plástica.
La ciencia médica, hasta esta fecha, ha descubierto las enormes virtudes de los rayos de sol para la salud, pero también sus peligros. Por ello, quienes ven al sol simplemente como un medio para lucir un hermoso bronceado, sería conveniente que se informen primero sobre la mejor hora del día para dejarse broncear y recibir sus beneficios.
Beneficios directos de tomar sol en invierno
En la estación invernal si algo escasea es la luz, pero todo depende del lugar donde se encuentre. Ante días de luz afectados por las leyes de la naturaleza, es necesario y hasta indispensable realizar ciertas modificaciones a la rutina diaria. En los países nórdicos de Europa, la gente sale a trabajar muy temprano sin ver el sol, pasa horas en espacios acondicionados con calefacción, y regresa en la tarde a su casa, cuando ya los pocos rayos de sol se han ido.
Indudablemente, el ser humano añora con más fuerza lo que sabe que es bueno para su salud, pero en el invierno esa gran fuente de energía vital que es el sol se hace esquiva. Quedan los fines de semana para inventar, descansar, salir al aire libre y pescar el sol. La tan conocida en los últimos tiempos Organización Mundial de la Salud (OMS), reúne una serie de recomendaciones para la buena salud de los ciudadanos.
Respecto a la necesidad de tomar el sol durante el periodo invernal, la OMS acota que los ciudadanos deben tomar el sol por 20 o 25 minutos, dos o tres veces por semana. Ahora bien, yendo al grano, los principales beneficios de tomar el sol en invierno (y durante todo el año) quedan resumidos a continuación, aunque le corresponde al profesional de la medicina determinar la conveniencia de exponerse al sol, según la edad y condiciones de salud.
- La exposición al sol fortalece el metabolismo, activando la acción de las células.
- Gracias a la acción de la luz natural sobre el cuerpo se sintetiza la vitamina D. Se recomienda de manera terapéutica la exposición al sol de la cara, cuello, brazos y pies. Los rayos de sol de la mañana o del atardecer son los más recomendables.
Desde chicos nos enseñan que el sol es indispensable para fijar el calcio en los huesos y dientes de la forma más idónea. Por ello, los médicos recomiendan tomar el sol una vez al día por unos minutos, aún en edades avanzadas.
- Además, la vitamina D protege al organismo de los tumores. Los rayos del sol están implicados en la protección del organismo de ciertas patologías, como el cáncer de mama, estómago y próstata.
- La influencia del sol en el bienestar humano también se aprecia en los aportes efectivos al tono muscular, al sistema circulatorio (interviniendo en la disminución de la presión sanguínea) y al mecanismo de defensa, protegiendo al organismo de enfermedades virales y bacterianas.
- Se conocen además las propiedades de la luz natural y el efecto fortalecedor que esta ejerce sobre el aparato respiratorio, haciéndolo más resistente a las influenzas estacionales. El sol incrementa la cantidad de glóbulos blancos y linfocitos, células encargadas de mantener al organismo libre de infecciones.
- Los baños de sol sirven también para reducir los riesgos de la aparición de la esclerosis múltiple.
- Los rayos de sol intervienen en la salud sexual de las personas adultas.
- La luz incide en la producción de melanocitos (contentivos de la molécula denominada melanina), el filtro natural de la piel. Las pieles claras contienen menos melanocitos que las oscuras.
- El sol afecta favorablemente la epidermis de la piel, al estimular la producción de sustancias purificantes y la grasa natural termoreguladora. Los rayos infrarrojos del sol calientan la piel, lo que favorece la sudoración, la cual limpia la piel y ayuda a liberar las toxinas del organismo.
- En la dimensión psicológica, los baños de sol combaten el insomnio y las patologías y afecciones emocionales y del humor en los individuos. Evita o reduce las posibilidades de sufrir depresiones, como el Trastorno Afectivo Estacional (TAE).
Los efectos de los rayos de sol sobre la melatonina (hormona encargada de regular los ciclos de sueño) están bien documentados. Como se sabe, a lo largo del día la cantidad de melatonina en sangre se conserva a la baja, por lo que el organismo se mantiene alerta. En cambio, en la noche, la cantidad aumenta, preparando al organismo para el sueño.
Por su parte, los rayos ultravioletas favorecen la producción de la serotonina, el neurotransmisor que se ocupa de la sensación de bienestar. La falta del mismo afecta el estado de ánimo y favorece la aparición de la depresión. De allí, la importancia de exponerse sistemáticamente a los rayos de sol durante la estación invernal, cuando se reduce sustancialmente la cantidad de luz diaria.
Los estados depresivos estacionales están relacionados con la reducción de la serotonina y la conservación de niveles altos de melatonina durante el día, por la poca luz en invierno (los días se acortan) y la baja exposición a los rayos de sol. Indiscutiblemente, los días soleados estimulan el buen humor, contrariamente a un día cerrado por la nubosidad, la lluvia o la nieve. La falta de luz en los países nórdicos favorece el suicidio.