La pasión vinculada a las relaciones amorosas es uno de los sentimientos más fuertes que experimentan los seres humanos. Sin embargo, la pasión o la pasión amorosa en una relación de pareja se va reduciendo con el pasar del tiempo, dando lugar a vínculos de compañerismo más serenos y, necesariamente, más fuertes. La pasión por la pasión misma no se mantiene a través de los años.
Los estudios que se han hecho al respecto señalan que la pasión muere luego de los primeros dos años en una relación de pareja promedio. Si la relación prospera, se mantiene en un nivel bajo a lo largo de unos quince años y vuelve a tomar cierto vigor después de que los hijos abandonan el hogar. Sin embargo, qué es la pasión desde la perspectiva psicológica, cuáles son sus características esenciales.
¿Qué es la pasión?
Para la psicología la pasión se define como un afecto de tipo pasivo de carácter intenso. Es también una emoción o reacción de fuerte y agudo desarrollo, pero de breve duración, que está determinada por un estímulo ambiental. Además, para el psicoanálisis es entendida como una pulsión.
Ahora bien, existe también la pasión dirigida hacia cosas o situaciones. Por ejemplo, la gran pasión que sienten los deportistas por la práctica de una disciplina en particular o la pasión por el arte que experimenta un artista. En estos términos esta emoción, que se manifiesta en forma de atracción hacia algo, no es de breve duración. Puede acompañar y modelar la vida de cualquier persona.
¿Cuáles son sus características?
La pasión conlleva determinación, convicción y amor hacia algo o alguien. Visto así, la pasión es un fuerte deseo que lleva a realizar grandes esfuerzos, a ejecutar tareas difíciles, con el fin de conservarla y desarrollarla. Entonces, la pasión es una emoción que sirve para actuar, porque sin acción la misma no tiene sentido. La pasión es la energía de la acción.
Pero, ubicando a la pasión en el ámbito de las relaciones amorosas, la psicología evolutiva tiene algo que decir. Para esta escuela psicológica el amor es un mecanismo evolutivo que facilita la supervivencia de los más fuertes y capaces. La pasión es un factor esencial para la supervivencia humana y, por tales motivos, la pasión disminuye cuando el objetivo final de procrear se ha conseguido o ha fallado.
Partiendo de esa idea, a los géneros diversos, les asiste un propósito instintivo y social, para procrear. El fin biológico de conservar la especie mediante la procreación se integra a la producción de sustancias químicas cerebrales que producen la pasión y el deseo, sumado a las sensaciones del acto sexual en sí mismo.
Ese sentido biológico de la pasión amorosa pareciera despojarla de sus cualidades más irreverentes, esas que le dan grandes dosis de arrebato emocional, vinculado a las sensaciones subjetivas más humanas. Si bien es cierto, la química cerebral juega un papel determinante en todas las emociones, las personas simplemente se dejan llevar por la pasión sin ir a la naturaleza de su existencia.
Dicho lo anterior, la pasión amorosa es un componente esencial del amor, junto al compromiso y la compenetración. No debe confundirse con estados obsesivos, que es ya una anomalía de la conducta que debe ser atendida por un especialista o terapeuta.
Es posible que una persona pase de la pasión amorosa a un comportamiento obsesivo. Pero la pasión sana es en sí misma necesaria en las relaciones amorosas. Cuando una de las partes deriva en comportamiento obsesivo, ya sea porque no maneja bien el rechazo de su contraparte, se resiste a que la relación se terminó o simplemente ya no comparte los mismos intereses, el problema no es de la pasión misma sino de la persona en cuestión.
La pasión tampoco es compromiso, como es obvio. Se pudiera pensar que la pasión es una atracción que requiere de la acción y el compromiso puede o no estar presente. Es decir, no cabe duda que las relaciones sexuales vienen acompañadas de una buena carga de pasión (al menos es lo que se espera de manera ordinaria en los primeros tiempos de una relación); pero, el compromiso requiere de más aliento para que nazca y se fortalezca por, al menos, un tiempo importante.
¿Cuál es su importancia para la psicología?
Mucho de lo que regularmente se lee sobre la pasión se refiere a su noción más abierta, esa que delimita el deseo fuerte que mueve la voluntad de los seres humanos para darle sentido a sus vidas.
En realidad, si se piensa bien, la pasión que se alimenta en una relación amorosa más o menos adulta, tiene mucho de ese deseo fuerte por derrumbar barreras; sin embargo, acá asisten los intereses propios de alcanzar el clímax, al cuerpo mismo del otro, en una suma de deseos carnales. Y cada vez que acontece el acto sexual se reedita la posesión de uno sobre el otro. En esos términos, la pasión que “mueve montañas” por llegar al cenit de una meta profesional, una casa, una medalla olímpica, etc., también busca la conquista de algo, material o inmaterial.
La pasión es entonces un ingrediente que le pone la sazón a una relación de pareja. ¿Podría sobrevivir una relación amorosa sin pasión? Una respuesta corta es sí. No obstante, todo depende de las expectativas que tengan los involucrados, los acuerdos a que hayan llegado y la comunidad cultural de pertenencia, porque los hábitos y las costumbres socioculturales ejercen una influencia nada despreciable.
Confundir la pasión con el amor suele ser un error bastante común. El amor es un sentimiento duradero (obviamente también se extingue); pero, puede sobrevivir a la disminución de la pasión. Como ya se advirtió al comienzo de este artículo, la estadística señala la condena a muerte o casi su extinción de la pasión con el pasar de los años.
Con lo que quedaría un tanto corroborada la tesis de que los primeros arrebatos pasionales eran el impulso inconsciente de la necesidad de procreación con la pareja elegida. Consumados los apetitos sexuales con la misma persona, pareciera que ya no habría espacio para la sorpresa y el entusiasmo inicial.
Se corre el riesgo de caer en determinismos, pero habría que considerar las expectativas de las personas según su grado de madurez. Se dice que siete años de relación de pareja es el tiempo inflexivo para saber si la relación se afianzará o, por el contrario, tendrá sus días contados.
En las parejas jóvenes, que tienden a mirar más el vaso medio vacío, al darse cuenta que ya no hay mariposas en el estómago, que la pasión ha perdido su fuelle inicial (y el amor se ve maltrecho porque seguramente ya lo han atado a la pasión), no encuentran otro camino que el divorcio.
En cambio, en las parejas más estables emocionalmente, con una vida más larga en temas de relaciones amorosas, ocurre algo distinto. En su mundo de expectativas, desde el inicio de una relación amorosa, le dan más importancia al valor de la compañía, al amor desinteresado, al compromiso, que a la pasión en sí misma. La experiencia les ha indicado que la pasión armoniosa, aquella que nace del amor por su pareja y que saben controlar y manejar los llevará a una larga relación, estructuralmente más completa.