Los seres humanos son dueños de un sistema altamente complejo, que funciona en perfecto balance electroquímico. Cuando ese equilibrio decae o se pierde parcialmente por un agente interno o externo el cuerpo humano tiene sus propios mecanismos que, de inmediato, comienzan a generar los contrapesos energéticos necesarios para trazar una curva de recuperación.
Dependiendo de la gravedad de ese desequilibrio, el cuerpo humano podrá responder. En lesiones graves, se tomará un tiempo más prolongado. En los casos en que sus funciones vitales se ven seriamente comprometidas, no logra restablecer el equilibrio y se produce el cese definitivo de los flujos de energía.
En tal sentido, la inteligencia humana ha creado la ciencia médica para ayudar al sistema humano a recuperar la salud integral, psíquica y física. Existen muchas patologías o enfermedades, pero afortunadamente gracias a los avances de la medicina se han podido hallar los paliativos, si no la cura, de dolencias que antaño resultaban mortales.
La salud está asociada con la calidad de vida de los ciudadanos (habitantes de grandes metrópolis), sometidos diariamente a la contaminación ambiental, los ruidos, las luces, la velocidad, las grandes distancias. Estas condiciones crean el caldo de cultivo ideal para que las personas desarrollen algunas patologías vinculadas con la vida apremiante y competitiva de las metrópolis.
Es difícil pensar que los habitantes de comunidades con solo unos cientos de residentes, experimentan angustias y estrés por no poder llegar a tiempo al trabajo, la escuela o a la universidad.
En este contexto, este artículo abordará un problema sanitario que suele pasar desapercibido, la onicofagia, que deriva de estados de nerviosismo, estrés y ansiedad, particularmente en niños y adolescentes, pero se extiende también a los adultos.
¿Qué es la onicofagia?
La onicofagia es el hábito de morderse las uñas de las manos, sin distinción por algún dedo en particular. Es un comportamiento que es inconsciente e incontrolable, los propios pacientes no se dan cuenta así como también desarrollan resistencia al dolor que puede provocarles. Se convierte en una pulsión que en parte les ayuda a manejar situaciones o momentos de estrés y ansiedad extrema.
En otras palabras, la onicofagia suele ser temporal en los niños; no obstante, su diagnóstico como comportamiento patológico dependerá de la asiduidad, intensidad y la prolongación en el tiempo. Detrás de este mal hábito podría existir un cuadro psíquico específico que debe ser atendido.
En tal sentido, puede ser un signo revelador de algún trastorno psicológico, al margen de que las lesiones producidas en las uñas pueden derivar en infecciones tópicas.
Por lo demás, el contacto continuo de la boca con las uñas conduce a infecciones orgánicas. Las uñas suelen resguardar agentes patógenos que pasan al torrente sanguíneo a través de la boca.
La onicofagia también se puede verificar en personas adultas. En los niños se inicia alrededor de los 3 a 5 años y su ocurrencia crece desde la vida infantil hasta la adolescencia y decrece en la adultez.
En los niños menores de 10 años no se advierten estadísticamente diferencias de género. En cambio, durante la adolescencia es más común hallar la onicofagia entre varones. Una variable al respecto podría ser que las hembras se preocupan más por el aspecto físico de sus manos.
Generalmente se desarrolla en individuos que están constantemente enfrentando situaciones y personas que les incomodan o les genera rechazo. Se convierte en una forma de poder lidiar con estas sensaciones y emociones.
Causas y consecuencias
La incidencia de la onicofagia se ve relacionada con antecedentes familiares en al menos uno de sus miembros. Además, la onicofagia en niños suele estar vinculada a padres con alguna enfermedad psiquiátrica, particularmente depresión.
En este contexto, la onicofagia se debe a estados de ansiedad, estrés, soledad e inacción. En un panorama amplio de causas este hábito está relacionado con enfermedades psiquiátricas, como:
- a) el trastorno por tics
- b) el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad
- c) la conducta de oposición desafiante
- d) el trastorno de ansiedad por separación (divorcio, desatención, etc.).
Los tics (popularmente conocidos por “tics nerviosos”) son tomados en cuenta muy seriamente como movimientos involuntarios y repetitivos, indicativos de tensión nerviosa, en cuadros clínicos neuróticos. De hecho, las entrevistas psicológicas para niños y adolescentes contemplan el ítem “síntomas neuróticos”.
Este test explora si el niño o joven exterioriza movimientos involuntarios (tics), presenta enuresis (la incontinencia urinaria infantil), encopresis (la incontinencia fecal en infantes), tricotilomanía (el comportamiento compulsivo, que puede ser inconsciente, el cual consiste en arrancarse reiteradamente los cabellos), y, desde luego, la onicofagia, entre otras conductas y síntomas.
Las consecuencias de este comportamiento auto flagelante, ahondando en lo ya dicho, son:
- a) Lesiones en la cavidad bucal: afectación de los dientes con permeabilidad del esmalte, maloclusión e inflamación de las encías.
- b) Desarrollo del trastorno de la articulación temporomandibular, que impide una deglución apropiada.
- c) Aparición de paroniquia o infección del tejido cercano a la uña (heridas en las cutículas) y lesiones de la matriz ungueal (la base viva de la uña) que podrían llevar a la destrucción total de la uña.
- d) Infecciones producidas por bacterias y otros microorganismos que suelen habitar en las uñas, los cuales pasan al sistema digestivo.
- e) Es típico que los niños y adolescentes, incluso adultos, sean poco dados a la actividad social. Este retraimiento puede interpretarse en doble sentido, como una manifestación más del trasfondo psíquico de la onicofagia, o por vergüenza y temor a la crítica por el estado de sus uñas.
¿Qué hacer ante la onicofagia?
Dicho lo anterior, la onicofagia es un hábito y una expresión conductual de alteraciones psíquicas, no es en sí misma la enfermedad. Por ello, los tratamientos deben atender dos dimensiones, la psíquica, que es la base, y la física.
Además, la onicofagia puede venir acompañada de otras manifestaciones físicas, como los tics, la incontinencia uretral, entre otras.
Para tratar las uñas infectadas corresponde una terapia tópica para reducir la infección y, paralelamente, cuando aún el daño de la uña no llega a la zona ungueal, se puede impregnar la uña con una sustancia amarga (estímulo aversivo).
La terapia de aversión (de uso frecuente en varias adicciones), busca producir en el paciente una asociación entre el hábito de morder las uñas y ciertas sensaciones gustativas desagradables. La terapia intenta establecer un vínculo causal entre el acto de morder y la sensación negativa, según la noción de la atracción-repulsión
Desde luego, el uso del tratamiento tópico y la estrategia aversiva, especialmente, depende de factores culturales, sociales y de la propia edad del paciente. Es de esperarse que los adolescentes y adultos necesitan otras estrategias de orden terapéutico, que ataquen los problemas psíquicos de base.
En ese sentido, la terapia cognitivo-conductual es un recurso que da excelentes resultados. El meollo de la terapia cognitiva es su comprensión de que el problema psicológico causante de las emociones y conductas de las personas que sufren es un prejuicio en el pensamiento del sujeto.
Para quienes experimentan alteraciones psíquicas el prejuicio es la concreción de creencias ficticias y de autopercepción de derrota. De esta manera, la terapia cognitiva tiene por fin subsanar todo el repertorio de ideas distorsionadas de la persona, lo que la hace muy útil en la reconducción del constructo mental de los pacientes con conductas auto flagelantes.
Por su parte, la terapia conductual pretende sustituir la conducta dañina —en este caso, la onicofagia— por conductas adaptativas y formas positivas de afrontamiento, usando los fundamentos del aprendizaje.
La síntesis de ambas terapias persigue reconocer los posibles problemas en alguna o en todas las perspectivas de lo humano, a saber: comportamiento, desarrollo emocional, percepciones, imaginario, saberes, vínculos interpersonales y aspectos orgánicos. A partir de ese conocimiento se pueden aplicar las técnicas de afrontamiento más adecuadas.