Las relaciones de pareja deben enfrentar una gran multiplicidad de situaciones que presentan distintos niveles de complejidad. Comprendiendo que un noviazgo o un matrimonio requieren distintos tipos de compromiso, el cumplimiento de estos acuerdos depende de ambos y de las mismas reglas que acordaron desde un principio.
Uno de los conflictos más comunes es la infidelidad la cual puede llevarse a cabo de distintas formas. Representa ser la primera señal de falta de comunicación o de confianza, lo cual podría eventualmente tener como resultado la finalización de la relación.
Hay una multiplicidad de factores tanto internos como externos que deben ser tomados en cuenta, debido a que todos influyen en esta decisión. Es decir, algunas personas son más propensas a ser infieles que otras, se debe a determinadas presiones sociales así como también algunos otros aspectos psicológicos. A continuación se analiza desde el punto de vista de la psicología cómo funciona la infidelidad.
¿Qué es la infidelidad?
La infidelidad implica la acción o conducta de cualquier persona de tener relaciones sexuales con otras personas durante la permanencia de una relación amorosa, a cuya pareja se le ha prometido votos de fidelidad y respecto.
Visto de esa forma para que haya infidelidad el factor sexual parece ser relevante, aunque la infidelidad, que equivale a faltar al compromiso de fidelidad adquirido de una u otra forma, puede manifestarse de diversos modos. Lo más común es escuchar que las infidelidades están basadas en la práctica de relaciones sexuales con otras personas.
También se considera que cualquier tipo de engaño en cuanto al incumplimiento de un acuerdo legal de matrimonio se puede considerar como una infidelidad. Esto significa que en una pareja puede haber una infidelidad al momento de dejar de realizar determinadas acciones o decisiones, estos mismos en un principio habían sido decididos por mutuo acuerdo.
La particularidad que presenta la infidelidad como tal es la perspectiva o el criterio con el cual se analice. Dentro de las relaciones de pareja se observa que uno de los dos individuos puede tener una opinión más estricta o en cambio más flexible. Es por ello que abordar este tema resulta ser más complejo de lo que parece.
¿Cómo se identifica?
Seguramente, los matices de la infidelidad no tienen que ver con el hecho en sí, sino con el factor psicológico: qué ocurre en la mente de la persona, mediante ¿qué mecanismos emocionales se toma la decisión de avanzar en el engaño? ¿Bajo qué condiciones sociales y culturales? ¿Es la infidelidad el quiebre final que es antecedido por otros problemas y señales conductuales? ¿Es la infidelidad una causa de otros problemas o la consecuencia?
Es imposible delimitar una naturaleza compacta de la infidelidad porque los individuos obedecen a procesos propios de carácter emocional y cognitivo, por un lado, y sociocultural, por otro. Cada mente es un mundo, dicen. Y el factor fisiológico-hormonal no parece ser un elemento determinante, porque el ser humano adulto es la amalgama de desarrollos complejos. Reducir la causa de la infidelidad a comportamientos libidinosos no satisfechos es opuesto a la noción de un individuo social y civilizado.
El ser humano adulto es un producto social. La construcción de valores que se desprenden en comportamientos individuales, provienen de la familia, que a su vez obedece a su entorno sociocultural. Mucho de lo que el individuo adulto es se debe a decisiones tomadas por sus padres y representantes cuando él estaba en situación de dependencia. De allí, la importancia de la familia en la conformación psicológica de ese individuo adulto.
Para bien o para mal los comportamientos se aprenden, al igual que los roles de género inculcados direccionan el porvenir de los adolescentes y futuros adultos. Si se entiende que la infidelidad equivale al engaño y está dentro de un antivalor más amplio que es la deshonestidad, tal vez así se pueda ver el asunto más claramente.
¿Qué plantean las teorías que tratan de explicar por qué las personas son infieles?
Los hombres y mujeres podrían repetir conductas ya asimiladas como rutinarias, provenientes de su núcleo familiar. Más allá de lo que el joven adulto (de cualquier género u orientación sexual) decida hacer con su entorno amoroso, las conductas aprendidas tienden a manifestarse, aunque finalmente todo depende de cómo se asuman las cargas psicológicamente transferidas.
De hecho, la teoría psicológica en su manifestación conductista considera que los rasgos de la conducta y de la personalidad están establecidos esencialmente por factores ambientales, antes que por elementos y cualidades innatas. Para esta escuela psicológica, el ser humano es totalmente maleable y pasivo, por ende su conformación psicológica depende solamente de los estímulos de su entorno.
Bajo esa teoría los seres humanos están sujetos a que sus conductas sean moldeadas por el entorno donde desarrollan su existencia. El conductismo como tendencia científica de la psicología enarbola la idea del individuo como receptor pasivo.
Sin embargo, tal idea fue cuestionada por el cognoscitivismo, el cual le otorga un carácter activo al proceso de aprendizaje. Acudiendo a la metáfora de mente-procesador informático, para esta doctrina psicológica la mente humana es una suerte de cerebro electrónico que está a cada instante contrastando la concordancia entre su intención de actuación y las condiciones objetivas presentes.
En ese proceso dinámico de aprendizaje la mente se va autocorrigiendo, quedándose solo con lo útil y necesario, de manera similar a lo que hacen los servomecanismos de tipo informático.
Dicho lo anterior, comprendiendo la movilidad del aprendizaje humano, no se puede hablar de determinismos al momento de buscar el origen de los comportamientos de los adultos. Vale destacar, el de la infidelidad.
En otras palabras, no es determinante, aunque sí es un factor importante, el componente contextual (los modelos de aprendizaje del hogar), para hallar la naturaleza de la infidelidad en el individuo adulto. Como bien aporta la teoría cognoscitiva, el individuo no es en modo alguno una entidad pasiva; sus ideas y principios rectores, motivaciones y personalidad, se gestan de manera más dinámica.
Por su parte, la teoría conductista sirve a la psicología para fijar su atención en los comportamientos como elementos susceptibles de ser observados y analizados. Este distanciamiento de procedimientos subjetivos de análisis permite al psicólogo analizar las conductas en su dimensión estímulo-reacción.
Vistas de manera complementaria, las premisas cognoscitivas y conductistas son de utilidad para la práctica psicológica. Se insiste mucho en la puesta en práctica de acuerdos, de ejercicios de reconocimiento emocional en las parejas que quieren solventar la confianza perdida, luego de episodios de infidelidad. Las terapias conductistas son útiles en estos casos, porque parten de la idea de que los comportamientos son adquiridos, por ende, modificables.
¿Qué significa psicológicamente?
¿Es la infidelidad una respuesta adaptativa? ¿Un hombre o mujer puede ser infiel aun cuando ame a su pareja? ¿La infidelidad de pareja puede darse entre individuos en cuyo seno familiar de crianza no hubo episodios de infidelidad? Según el modelo conductista y la experiencia que se tiene en la vida social, la respuesta es sí.
La terapia conductista permite comprender la recurrencia, contraria a la hipótesis general, de que la acción incide sobre el pensamiento. Es decir, la modificación de la conducta mediante terapias de condicionamiento puede cambiar su pensamiento o su esquema cognoscitivo.
¿Por qué se perdió el sentido de compromiso de fidelidad a la pareja? Tal vez la terapia conductista ayuda a situar al paciente en la situación anterior en la que no había conflictos y revisar qué falló posteriormente. Otra terapia psicológica útil para el abordaje de los conflictos de este tipo es el modelo psicodinámico, el cual defiende la premisa de que se puede adquirir una mayor conciencia de sí y de los otros.
En síntesis, sería posible mejorar los esquemas personales del individuo y situarlos en una menor conflictividad. Esta modificación del comportamiento supondría la sustitución de conductas inmaduras por maduras.
Desde luego, el éxito de la terapia psicodinámica depende de la capacidad del individuo para cambiar su sentido de compromiso personal y su voluntad para la acción dentro de su vida en pareja: se demanda fuerza de voluntad y el esfuerzo interior imprescindibles para provocar ese cambio.
La infidelidad en las relaciones amorosas pasa además por un tema básico de carácter comunicacional, que las terapias también abordan. La comunicación asertiva y honesta permitiría solventar cualquier tipo de diferencia, menos el decaimiento del amor.
Si la infidelidad es la consecuencia del desamor, no habría necesidad de que esta se produjese si antes las partes acordasen la separación de cuerpos o alejamiento, con el fin de ordenar las ideas y emociones. Pero, ya se sabe que en la práctica eso no siempre ocurre.
La infidelidad es ciertamente una falta grave al compromiso en condiciones claramente pautadas. Pero, también se podría decir que la infidelidad no siempre se debe a la inmadurez emocional del individuo.
Si bien es cierto la infidelidad no es una respuesta conductual honesta tampoco la condición humana permite establecer respuestas compactas cuando se trata de motivaciones, emociones y deseos. La perspectiva del amante o de la amante seguramente será muy distinta a la del esposo o esposa. Hasta aquí parece que todo resulta coherente, pero complejo. Sin duda, la infidelidad atrae puntos de vista distintos. Es a todas luces un conflicto de emociones que involucra, al menos, a tres personas; constituye el triángulo amoroso menos deseado.