El tema de la filosofía es uno de los más interesantes para el debate intelectual. Hay que considerar que se entrevera con otros ámbitos de pensamiento. Desde la existencia, el debate sobre Dios, la ética, las formas de pensamiento, el comportamiento, el lenguaje, la ciencia, la sociedad y mucho más. Por eso, es importante tenerla en cuenta.
Por otra parte, sucede que hay indudables nexos entre la filosofía y la psicología. Cosas simples, como el hecho de que los antiguos filósofos griegos estudiaron las formas correctas de pensamiento. Igualmente, se preocuparon en detallar las diversas personalidades. Además, la psicología tiene que ver con una manera de mirar el mundo.
Sin ahondar mucho, por ejemplo, sucede que en el siglo XX el psicoanálisis termina siendo casi una escuela filosófica donde se plantea la importancia de lo irracional e inconsciente por encima de lo racional y el pensamiento objetivo. Igualmente, hay notables vínculos entre la fenomenología y el estudio psicológico sobre la forma en que las personas perciben su entorno.
No obstante, queremos dar un panorama muy completo, ya que consideramos es un tema medular para la psicológico. Por eso, a continuación, damos un repaso general desde el concepto etimológico de lo filosófico hasta una revisión histórica de la filosofía.
Significado etimológico
El término proviene de dos palabras griegas que significan, por un lado, amor y, por otro, sabiduría. Así, la filosofía es “el amor a la sabiduría”.
Una síntesis literaria de lo que es filosofía se encuentra en El Banquete de Platón (427 – 347 a.C.) Para este filósofo, el amor es hijo de Poros, el dios de la abundancia, y de Penia, la diosa de la pobreza; así las cosas, el amor es mitad rico y mitad pobre. En opinión de este destacado personaje de la antigüedad, filosofía abarca, en consecuencia:
- La riqueza, que deriva del objeto al cual tiende, la sabiduría
- La pobreza, porque busca incesantemente la sabiduría. El conocimiento pleno de la realidad es inalcanzable, pero tampoco se carecerá absolutamente del mismo.
En latín, la palabra “sabiduría” se nombra con el término sapientia, derivado de sapere, que indica “saber” en un amplio sentido. De acá, un “sabio” es el conocedor por excelencia, la persona que juzga con acierto, debido al dominio de los asuntos que ha estudiado; supone un saber elevado. Es decir, se entiende que la sabiduría es un don especial, un tipo de saber que no es común, sino que tiene un valor especial y sobresale de otros tipos de conocimiento.
Concepto de Filosofía
Si bien en el campo de las disciplinas científicas, como la química y la biología, existe un consenso universal respecto a sus definiciones, en cuanto a la Filosofía no se ha logrado producir una definición que ponga de acuerdo a todos sus exponentes. De todas maneras, sí existen unos intereses troncales que sitúan a la Filosofía en un lugar particular de la insaciable tendencia humana al conocimiento.
En general y sin ningún rigor, se habla de distintas filosofías de la vida social (la filosofía de un cuerpo de bomberos, de una institución académica, de una logia de exploradores, de un equipo de trabajo, etc.), que pudieran entenderse, según Ignacio Burk, como “un cierto modo de pensar y de ser…” Es la “conjugación de teoría y práctica: de saber científico, experiencia, vivencia y motivación para ciertas actitudes.” (Filosofía, una introducción actualizada, Caracas: Ediciones Ínsula, s/f, p. 13.)
Cabe afirmar en principio, si se observan las distintas motivaciones, actuaciones, posturas sociales, científicas, etc., que existen muchas filosofías. Vistas de esta manera, las “filosofías” son “normas de proceder sin validez universal, cuyo seguimiento implica alguna dosis de incertidumbre y riesgo.” (Burk, p. 13.)
Sobre la Filosofía con mayúscula
Pero, la Filosofía, con mayúscula, la que ha dado lugar a una reflexión profunda, se ocupa de “pensar lo humano sobre lo humano”. Es un juicio racional de la totalidad ante lo real. Lo real es el mundo de cosas de cada sujeto: de su mundo sensible, perceptible, comprensible y pensable. Es interesante ver que lo filosófico no se ha detenido en cotejar lo mental, sino también las sensaciones, sentimientos y el mundo imaginario.
La Filosofía se interesa en el ser, origen y destino del ser humano y de su mundo. Lo que queda fuera del conocimiento científico, de las ciencias, es problema de la Filosofía: de-dónde, por-qué, para-qué es lo humano y sus obras. Es decir, tiene un campo amplio de acción, aunque en determinadas épocas se interesa solo por algunos tópicos.
El asunto de “la filosofía es la totalidad de lo real”. Es decir, abarca todas las cosas al mismo tiempo y no una parcela a la vez, como lo hacen las ciencias fácticas. El fin de la Filosofía es la exploración de los principios y causas más determinantes del ser y la naturaleza de los seres. Es posible que la Filosofía coincida con otras disciplinas de conocimiento en el objeto de estudio, que también tienen una perspectiva comprehensiva (el saber enciclopédico, por ejemplo); sin embargo, la diferencia radica en la perspectiva gnoseológica, que busca las causas últimas.
Se ocupa de la reflexión última: qué es el ser humano en la realidad. Y en este punto, el sujeto socialmente considerado y haciendo historia es el ámbito de expresión de la realidad. Los filósofos persiguen las causas esenciales o los elementos primarios y extremos de la realidad.
Por ejemplo, el psicólogo puede explicar los motivos que entristecen y deprimen a su paciente, contrastando su comportamiento con unas determinadas causales personales, como puede ser un evento trágico.
No obstante, el filósofo, sin despreciar las causas que expone el psicólogo, puede preguntarse por qué el ser humano en general se entristece y deprime, orientando su escrutinio a las causas más medulares. Es decir, lo filosófico se nutre de la filosofía… pero muchas veces, también, la filosofía se ha dejado influenciar por la psicología (ya mencionamos el caso del psicoanálisis).
Otras cuestiones que atañen a la filosofía
Indaga sobre la luz de la razón. Por ello, es un saber natural que no se ocupa de los datos revelados, fundamentados en creencias y dogmas. La Filosofía sigue un orden metodológico para tener una perspectiva correcta de la realidad y aportar suficiente criterio para juzgar el conocimiento previo en las áreas científicas, culturales y sociales.
Se verifica entonces que la Filosofía se ocupa también de la realidad y cómo se presenta en tanto tal. Para la Filosofía el “conocimiento” y la “realidad” como constructos son dos factores que se definen el uno al otro. De modo que no se puede determinar qué es la “realidad” sin hacer referencia a lo que es el “conocer”; pero, tampoco es posible definir el “conocer” sin hacer referencia a la “realidad”. La Filosofía se interesa en esa inevitable sintopía humana de conocimiento y realidad. Y a fin de cuentas, este también es el campo de psicología.
Es una disciplina del saber en un segundo nivel, considerando que las ciencias se ubican en un primer nivel; es el “saber” que el ser humano aspira cuando alcanza su madurez intelectual. Los descubrimientos científicos pueden alcanzarse a temprana edad.
En cambio, los logros filosóficos definitivos han requerido toda una vida de reflexión. Vale decirse que este orbe de la psicología es una suerte de metadiscurso: siempre tiende a ver las cosas desde otra perspectiva, por lo cual devela cuestiones que no están a simple vista. Por ende, muchas veces se necesita de experiencia y larga reflexión para lograr ese nuevo punto de vista.
Rasgos característicos de la Filosofía
Con base a la noción de Filosofía ya descrita, se pueden definir entonces una serie de rasgos característicos, a saber:
- Perspectiva universalista: la Filosofía se interesa en una visión integradora de la realidad.
- Propósito humanista: el objetivo de la Filosofía es hallar el sentido, la meta, de la vida, todo con la intención de mejorar la vida humana.
- Fin práctico y antidoctrinario: la Filosofía busca transgredir los prejuicios y los conceptos sin fundamentos y hallar soluciones que repercuten en la sociedad.
- Potencial crítico: justamente, la Filosofía, es un saber crítico, nunca se queda con las primeras explicaciones.
- Busca la evidencia: la certidumbre marca el sentido de la Filosofía.
- Explora los principios gnoseológicos: la Filosofía busca dilucidar los principios o los fundamentos de los conceptos y creencias de la humanidad.
Es objeto de estudio de la Filosofía la verdad de las cosas: el “ser”, la existencia humana, el absoluto, la trascendencia del espíritu, el bien y el mal. Entendida como modo de vida, filosofar implica criticar, dudar, estructurar, sistematizar, es aprender a comprender el entorno. Entendida como ciencia, la Filosofía ha estado presente en la historia de la humanidad, descifrando el sentido de la vida.
Pensadores y corrientes filosóficas
En el mundo occidental, sucede que la filosofía nació en las islas de Jonia, en el siglo VI a.C., siendo naturalmente un aporte de los griegos. En consecuencia, descrita en este artículo es la que nace en la cuna de la civilización occidental, la Grecia antigua.
Se le adjudica a Pitágoras (h. 572 – h. 497 a.C.) el término “filo-so-fía”, aunque no se tienen documentos históricos que lo comprueben. Al inventor del término le movía un espíritu religioso, que otorgaba a los dioses la facultad única de la sofía (sabiduría): investidura indiscutible y absoluta de la verdad. Entretanto, el ser humano solo podría tender a la sofía, pero nunca alcanzarla plenamente. En eso se traduce la tendencia de los individuos a conocer; la querencia al saber siempre insatisfecho. De acá sobreviene la designación de “filo-sofía”, amor a la sabiduría.
Es también importante hacer notar que la cultura griega no tuvo libros sagrados, derivados de revelaciones divinas o trascendentales. Es decir, su relación con lo trascendente no generó dogmas inamovibles. Los poetas griegos difundían sus creencias religiosas; pero, en modo alguno, las creencias se escribieron en piedra para que perdurasen eternamente. Además, los sacerdotes griegos tuvieron muy poca importancia y escaso poder; la curia sacerdotal no tuvo el privilegio de conservar dogmas y, mucho menos, el manejo exclusivo de las ofrendas religiosas y los sacrificios.
Sin la existencia de dogmas pétreos y de una casta sacerdotal con poder para defenderlos y difundirlos, el pensamiento filosófico halló un caldo de cultivo ideal. Sin duda, la libertad de pensamiento generó las circunstancias favorables para el nacimiento de la filosofía griega, sin comparación en la antigüedad.
Desde sus prolegómenos, la Filosofía se arrogó tres características fundamentales que abarcan su contenido, su método y su objetivo.
Como ya se escribió en líneas anteriores, el interés de la Filosofía ha sido explicar la totalidad de la realidad y el ser en su conjunto. En tal sentido, el primer “principio” se instaura con la pregunta: ¿Por qué de las cosas?
En cuanto al método, la Filosofía antigua ya se basaba en la razón (logos) para ir más allá del hecho, de las experiencias, para dilucidar las causas de las cosas. Este rasgo concede a la Filosofía su identidad científica, que si bien comparte con las demás ciencias, se diferencia fundamentalmente porque es investigación racional de los principios de toda realidad.
El objetivo de la Filosofía griega es desentrañar desinteresadamente la verdad. Su finalidad es la búsqueda de la verdad por el solo deseo de conocerla. Para Aristóteles (384 – 322 a.C.) los hombres filosofaban solo para saber y, en ningún sentido, les movía una utilidad práctica: “Todas las demás ciencias serán más necesarias que ésta, pero ninguna será superior.”
Sin embargo, es interesante subrayar que la reflexión comprehensiva de la Filosofía griega, no es en modo alguna una actividad tautológica sin consecuencias externas. Si bien es cierto no posee fines utilitarios, sí implica una importancia moral –con derivaciones políticas- de primer nivel. La contemplación y reflexión holística de la realidad constituye un cambio de perspectiva del significado de la vida humana, produciéndose una nueva jerarquía de valores. Sobre esta construcción moral Platón edificó su Estado ideal.
Los primeros filósofos fueron los presocráticos, provenientes de la Escuela de Tales de Mileto, entre ellos Demócrito (h. 460 – id., h. 370 a.C.), el pensador más universal de este grupo, y Heráclito (h. 540 – h. 470 a.C.) El pensador que inaugura la filosofía griega es Tales (624 – 548 a.C.), habitante de Mileto de Jonia, posiblemente durante las últimas décadas del siglo VII y la primera mitad del VI a.C. Se conoce que, aparte de filósofo, fue científico y político. Se desconoce si escribió algún libro sobre sus ideas; todo lo que se conoce de su pensamiento proviene de fuentes orales indirectas. Heráclito Influyó notablemente en subsecuentes pensadores, como Platón.
El gran Siglo de Pericles, el siglo V a.C., que representó una etapa de esplendor cultural y político de la ciudad de Atenas, dio lugar a los sofistas (“sofista” significó “sabio”). Sus defensores se dedicaron a establecer la organización política y social de la polis. En este siglo, la figura de Sófocles (495 – 406 a.C.) destacó porque fue el primero en buscar una verdad absoluta a través del diálogo.
El sofismo es conocido por haber puesto en el tapete que la virtud de un individuo no depende de la nobleza de la sangre y del nacimiento, sino del saber. Con fuerte sentido pedagógico, los sofistas divulgaron la importancia de la verdad y sembraron las bases de la idea occidental de educación, fundamentada en la difusión del saber.
Los sofistas defendieron la potencialidad y posibilidad de la razón y, en consecuencia, recibieron el nombre de “ilustrados griegos”. El más conocido de los sofistas fue Protágoras (480 – id. 410 a.C.), con su obra principal Las antilogías, de la cual solo se conocen testimonios. Para este pensador “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en aquello son, y de las que no son en aquello que no son” (citado por Giovanni Reale y Darío Antiseri (1995), Historia del pensamiento filosófico y científico, Barcelona: Editorial Herder, p. 78.) De sus reflexiones se desprende que Protágoras es el padre de la noción de relativismo en Occidente.
Y es que en Las Antilogías el pensador defendió la noción de que sobre cada cosa es posible discernir dos razonamientos que se contraponen entre sí. Justamente, el sabio es el sujeto capaz de conocer lo relativo que es más útil, más conveniente y más oportuno.
En suma, este es el inicio de la filosofía occidental: un inicio en Grecia, desde donde luego se difunde a otras zonas. Vale decir que, en el paso del tiempo, han surgido muchas escuelas de Filosofía. ¿Cuáles de estas escuelas son las más importantes? ¿Cuáles son sus rasgos? ¿Sus aportes e inflexiones en el devenir de la filosofía? Al respecto, damos más información en los parágrafos subsiguientes.
Las corrientes filosóficas más importantes
Catalogar que existen ciertas escuelas de Filosofía más importantes que otras tiene cierto trasunto de subjetividad. En dado caso, en este trabajo hemos hecho una selección y descripción sucinta. Igualmente, una presentación en orden cronológico. Asimismo, nos interesa destacar aquellas escuelas que han marcado ciertos hitos en el devenir de la psicología.
Platón y Aristóteles. La Filosofía clásica
La pregunta universal sobre el “ser” y el conocimiento tuvieron para Platón y Aristóteles un lugar preponderante, como el tema de la ética y la política. Aunque Aristóteles se formó en la Academia de Platón, llegaría a cuestionar sus teorías.
Platón nació en una familia pudiente de Atenas. Su pensamiento representa el primer legado filosófico completo que se conoce, denominado la Teoría de las Ideas. Las reflexiones de Platón profundizan sobre el origen del ser y del conocimiento: las ideas son entidades abstractas que gobiernan el mundo.
En su obra escrita, la República, al definir el mito de la caverna, describe el mundo como algo dual, constituido por las ideas (al cual se llega por el conocimiento) y el mundo sensible (percibido por los sentidos). El mundo que proveen los sentidos es contingente y cambiante, es el de la mera apariencia, por lo que no es confiable. Vale decirse que mito de la caverna representa un punto de interés para la psicología: muestra que los individuos pueden percibir el mundo de una manera, pero en realidad construyen un mundo interior con las impresiones externas y sus idiosincrasias.
Por esa división del mundo, Platón es considerado el padre del Idealismo Objetivo. La dualidad platónica se extiende también a la dimensión humana, descomponiéndola en cuerpo y alma, cuya permanencia de esta última está asegurada. La noción de un ser superior como la idea del bien y la dualidad humana ejercerán una influencia importante en la religión y el cristianismo.
La figura de Aristóteles, por su parte, aparece asociada a la de Platón. Desde temprana edad asiste a la Academia de Platón, destacándose posteriormente en distintas disciplinas, como el arte o la ciencia.
El planteamiento filosófico de Aristóteles coincide con el de Platón en que es la “esencia” la que define al “ser”. Sin embargo, para el filósofo la idea de Platón sobre la dualidad del mundo careció de una perspectiva justa al no explicar racionalmente la división planteada entre el mundo de las ideas y el mundo sensible, y la relación que tienen las ideas con este último.
Según Aristóteles, debería haber algo más que dinamice y le dé sentido al universo y que relacione lo material con lo formal. Con Platón, la realidad está construida de ideas, no es material: es “realidad ideal”. Vista así, la materia cumple solo la función de materializar las ideas (formas puras del ser) en sujetos concretos.
Aristóteles fundó la lógica formal. Aún hoy subsiste en la lógica matemática con la suma de otros recursos. Y es que la lógica aristotélica es la primera sistematización de los principios que permiten deducir correctamente. El “instrumento” (órganon), la lógica, fue para el filósofo lo que permitió la relación del pensamiento consigo mismo.
Lo que es y hace un individuo o ente depende de su naturaleza o physis. Para Aristóteles, por ejemplo, los sujetos serían mamíferos por su propia naturaleza. La “naturaleza” es la misma forma substancial, en cuanto establece ineluctablemente la forma de ser y de comportarse del sujeto.
Por último, se debe reconocer a Aristóteles como el gran naturalista en filosofía, en evolución y teología. Es el filósofo que se distancia del idealismo, para ser en el sucesivo el que piensa en el hombre en su realidad, inmerso en ella, y no pensando en cuestiones lejanas o abastractas.
La Filosofía postgriega: romanos y cristianos
La dominación romana determinó cambios socio-económicos en el mundo occidental, debilitando el sentido desinteresado de la búsqueda de la verdad de la filosofía post-aristotélica. En vida, Aristóteles conoció el inicio de una nueva era política, la de los imperios mundiales.
En medio del Helenismo, derivado de las conquistas de Alejandro Magno, surge un nuevo orden geopolítico. Las antiguas ciudades griegas se transformaron en reinos helenísticos y asumieron características similares. Grecia terminó siendo presa de los romanos.
Pero el poderoso legado griego penetró en la cultura romana. Tanto así que en la Roma de los Césares se consideraban cultos a los hombres que hablaban griego y se habían formado en Atenas o Alejandría. Por ejemplo, las obras romanas Eneida (19 a.C.) de Virgilio, y Metamorfosis (8 d.C.) de Ovidio, son literatura griega escrita en latín.
La filosofía deja de ser la ciencia universal y de andamiaje intelectual y se convierte en psicoterapia y en un arte de vivir. Los filósofos asumen una postura evasiva de la realidad política. Tomaron de Sócrates sus fundamentos, pero se exageró la perspectiva hedonista y las posiciones cínicas, escépticas e irónicas.
El Estoicismo
El estoicismo fue una corriente fundada por Zenón de Citio, hacia 300 a.C. y se extendió durante seis siglos (siglo IV a.C. – I d.C.). Proclamó que la felicidad se obtenía por la apatía o la insensibilidad psicológica, conscientemente aprendida. El ideal de esta corriente filosófica es el individuo apático, contrario al activo. Respecto a la noción de naturaleza, el estoicismo creyó en la racionalidad y sabiduría de la naturaleza y en su indulgencia hacia el ser humano.
El estoicismo tuvo una amplia aceptación en Roma. Los grandes representantes del “estoicismo nuevo” de la era cristiana fueron Séneca (4 a.C. – 65 d.C.), el maestro de Nerón; Epicteto (50 d.C. – 135 a.C.), filósofo griego; Marco Aurelio (121 d.C. – 180 d.C.), Emperador de Roma. Vale decirse que los principios del estoicismo luego dejan marca en una religión que sería importante para Roma y luego para Europa: el cristianismo.
Epicureísmo
El epicureísmo fue fundado en Atenas por Epicuro, en 306 a.C. Esta corriente filosófica buscaba hacer feliz al ser humano, rechazando el heroísmo moral de los estoicos. Su meta más elevada era convertir la tierra en un paraíso.
Epicuro subrayaba que los tormentos personales se debían no a las cosas propiamente sino a la idea que los individuos se hacían de ellas. En este contexto, la perspectiva del mundo es materialista y se fundamenta en la doctrina atomista de Demócrito, la cual había reconocido que la materia de la naturaleza está compuesta por partículas indivisibles denominadas átomos (y varían por su forma, cantidad y posición relativa en el interior de las cosas).
Para el epicureísmo los individuos serían entidades naturales a merced de ciegas e imponderables fuerzas; pero sus interpretaciones se alejarían de las supersticiones y las creencias religiosas sobre la creación del mundo. Para sus defensores, los dioses no guardarían relación con los individuos. No creían en la vida después de la muerte como los estoicos. En Roma, los epicúreos hallaron entre los estratos cultos un terreno propicio para difundir sus ideas.
El escepticismo
El escepticismo, cuya instauración suele adjudicársele a Pirrón de Elis (365 a.C. – 275 a.C.), aunque su difusor más importante fue Carneades (214 a.C. – 129 a.C.), se propagó hasta el año 200 d.C., en su vertiente más tardía. La tesis de los escépticos consistió en que nadie podría saber nada. Es una postura anti-filosófica que disfrazó el temor al futuro y la situación de corrupción del mundo con la duda, incluso de la misma incredulidad. En tanto que consideraba que nada se podría declarar con certeza, sostuvo que sería mejor refugiarse en la “epojé” o en la abstención del juicio.
La corriente del escepticismo halló su sentido en la negación sistemática de las ideas de los estoicos y epicúreos. Posteriormente, en Alejandría, se difundió el denominado “escepticismo de la Academia” de Enesidemo y de Sexto Empírico, un siglo antes del nacimiento de Cristo. Los “académicos” fueron en alguna medida los antecesores de los neopositivistas. Para ellos, era imposible alcanzar conocimientos absolutos, porque los sentidos (los comunes a todos los seres humanos) y la razón no eran vías e instrumento confiables, respectivamente.
Las corrientes principales de este periodo
Las corrientes ya apuntadas, estoicismo, epicureísmo y escepticismo, fueron materializantes, sustituyeron a la religión entre los estratos más cultos e intelectuales; pero, en el fondo no compensaron las necesidades religiosas en un mundo de muchas injusticias. Las masas populares permanecieron entregadas a la superstición y el misticismo. Esa necesidad de compensación llevó a que el antiguo pensamiento de Pitágoras y Platón se retomase, aunque sus disquisiciones fueron llevadas a la exageración, lejos de la racionalidad de los dos maestros.
Cobraron fuerza el misticismo, la concepción dual del universo (material y espiritual), la especulación teológica, la creencia en los astros, la transmigración del alma, la fe en los poderes demoníacos. En este contexto, destacó el filósofo místico, neopitagórico, Apolonio de Tiana (h. 4 años a.C. – h. 97 d.C.), quien se conoció por sus supuestos poderes parapsicológicos y de taumaturgo, que no dudó en exhibir entre los ciudadanos del Imperio romano.
Las grandes corrientes espiritualistas fueron entonces el neoplatonismo y, en menor medida, el neopitagorismo, a partir del siglo 2 a.C. El neoplatonismo surgió en el territorio heleno-judaico de Alejandría. El primer representante del neoplatonismo fue Filón (h. 25 a.C.- h. 45 d.C.), quien mezcló las ideas de Platón con las doctrinas de Jehová. Para Filón, la naturaleza es creación de Dios a través del “logos” (el “logos” de Dios que los cristianos llamarán “Espíritu Santo de Dios”). Sin embargo, el más importante neoplatónico fue Plotino (204 d.C. – 270 d.C.).
Para Plotino no existía en el mundo nada material; todo dependía de una naturaleza espiritual que determinaba un nivel en cuya altura máxima se hallaba el Ser, el Uno o el Bien, es decir, la divinidad. Después del Uno vendría el Nous (espíritu pensante, ideas y valores); luego estaría el alma y su mundo interior; y, finalmente, la materia. Esta suerte de niveles, son vistos como emanaciones de Dios. Es decir, tenemos una clara concepción teológico y cierta tendencia a distanciarse del humanismo inicial de la Filosofía griega.
El neoplatonismo y la escolástica
El neoplatonismo permeó al politeísmo pagano y al naciente cristianismo. La racionalidad griega influyó plenamente en el siglo XIII, cuando Santo Tomás de Aquino difundió el dogma religioso en términos aristotélicos, a saber: la idea de la creación del mundo de la nada; la dualidad materia-espíritu del ser humano; la noción de un dios único transcendente; la salvación de los individuos en una vida inmortal por la obra redentora de Cristo; la existencia de la verdad de la fe y de la razón; y el sometimiento de la razón a la fe.
La escolástica se inició en el siglo 6 d.C., luego de la desaparición definitiva de la cultura clásica y de la invasión del antiguo Imperio Romano por los pueblos limítrofes. En sus inicios, la escolástica es, más que una filosofía, una suerte de “pedagogía”, aparecida en los salones de los monasterios, donde los clérigos eran educados. Se entendía como una materia preparatoria para la teología y, en sentido más amplio, como la organización de los estudios y la didáctica sistemática del Medievo. El escolástico era el maestro de teología, pero también el hombre que estaba a cargo de dictar las siete artes liberales, previas a la teología misma: gramática, dialéctica, retórica, aritmética, geometría, música y astronomía.
Hasta el siglo X d.C., sucede que la escolástica se fundamentaba en ideas platónicas. Pero los árabes y judíos ibéricos se interesarían más en las ideas aristotélicas, llevando las mismas al Occidente cristiano. Santo Tomás de Aquino (1225 – 1274 d.C.) convirtió al pagano de Estagira en fiel creyente de la fe cristiana. Entre los siglos XI y XII, con la supremacía de la religión cristiana, la filosofía nuevamente cobró importancia, en este caso para exponer la existencia de Dios.
Las nociones de Aristóteles sirvieron para darle consistencia lógica a las verdades teológicas y para argumentar racionalmente los postulados cristianos: existencia, infinitud y espiritualidad de Dios, existencia e inmortalidad del alma. Esta corriente que sumó filosofía y religión se extendió hasta el siglo XIV. La explicación aristotélica particular del dogma cristiano ha perdurado hasta el presente.
Tenemos entonces un largo periplo, que conduce a la filosofía desde los terrenos de la antigua Grecia y transita hacia el mundo medieval, el cual está plagado por la influencia del cristianismo. No obstante, esta situación cambia con la aparición de la filosofía moderna.
La Filosofía Moderna: de Descartes a Kant
Durante la Edad Media la figura más referida fue Aristóteles. Su pensamiento fue convenientemente cristianizado.
Desde el siglo XVI se va conformando e instaurando una nueva manera de pensar de la mente de Copérnico (1473 – 1543), Kepler (1571 -1630), Galileo (1564 – 1642), Boyle (1627 – 1691), Newton (1643 – 1727), etc. Estos pensadores tuvieron que rechazar la cosmología medieval, fundamentada en la física de Aristóteles, para instaurar la ciencia moderna. La ciencia, tal como se conoce hoy día, comenzó siendo anti-aristotélica. Sin embargo, la convicción de los griegos en la razón no termina por el desplome de las ideas de Aristóteles. Sucedió lo contrario, la razón se concentró en sí misma para consagrarse nuevamente a la obra de filosofar.
El problema en esos tiempos fue encontrar un método seguro de filosofar, que se expresara en las obras más relevantes de los siglos XVI y XVII. El primer filósofo moderno fue René Descartes (1596 – 1650). El filósofo aplicó el método matemático a la física, lo que lo impulsó a crear una nueva filosofía con la claridad de la geometría, llamada “método geométrico de filosofar”.
La presencia de René Descartes
En el Tratado sobre el Método y en las Meditaciones de Prima Philosophia, sucede que Descartes cuestionó la realidad toda a través de la duda metódica, puso en tela juicio la existencia del cuerpo humano y todo cuanto lo rodea. Y es que para Descartes su presunta realidad era conocida a través de intermediarios, como los objetos físicos (luz, presión, gravedad, acción mecánica, etc.) y los sentidos (fragmentos senso-nerviosos de la percepción humana.
El filósofo se preguntaba: ¿Cómo saber a ciencia cierta que esos intermediarios no deformaban la realidad externa, cambiando su percepción? Para él la nueva filosofía no podría fundamentarse en los sentidos. Surge entonces la razón como la manera incuestionable de mirar el mundo, lo cual va a marcar en gran medida las circunstancias y devenir del mundo occidental.
El axioma geométrico (la evidencia) en la filosofía estaría en el “pensar”. La frase “pienso, luego soy” pasó a la historia. Para Descartes, es evidente que el ser humano piensa, aunque piense que no piensa, aunque sea absurdo lo que piense. El yo-pensante es inevitable y sobre él –dijo Descartes- sí se funda la filosofía. Se abre así un compás importante que va a cambiar la filosofía, y que aún impacta en el mundo actual.
No existe en el acto de los pensamientos intermediarios, diría el filósofo, puesto que las ideas son los datos inmediatos del espíritu. En fin, las ideas surgen directamente del yo pensante, no tienen correspondencia con el cuerpo ni con otro sistema material. Desde luego, la Psicología del siglo XX derribó esta última afirmación.
Descartes reclamó la claridad y concreción de la filosofía tal como es la Geometría; además, que las tesis filosóficas tuviesen el rigor lógico de los teoremas geométricos.
Coincidiendo con Platón, el físico-matemático postuló la idea de que el espíritu humano capta la realidad perceptible como estructura matemática. De allí que sus máquinas las consideraba expresiones racionales, que subrayaban ese sentido físico-matemático. La naturaleza se entendió entonces como sistema discernible en términos matemáticos; el verdadero ser del mundo material fue para Descartes de carácter matemático.
El “yo que piensa” de Descartes es lo que hoy se denomina “subjetividad” o “conciencia psicológica”. San Agustín lo llamó “mundo interior”. Actualmente, los conductistas dirían que se trata de la reflexión monológica privada de los deseos y emociones del sujeto.
La filosofía moderna regresó a la dimensión humana: el espíritu se experimentaba como algo que piensa. El alma dejó de ser sin más el principio vital del cuerpo. Para Descartes los organismos son mecanismos perfectos, instaurados por la naturaleza a punta de racionalidad matemática. Para las ciencias biológicas contemporáneas los seres vivos no serían mecanismos, sino complejos sistemas y procesos físico-químicos. No obstante, el fundamento cartesiano tuvo sentido; rechazó el “principio vital” aristotélico y medieval.
En fin, Descartes dividió al universo en dos realidades esenciales: Dios y los espíritus humanos (llamado espíritus inextensos), por un lado, y los sistemas mecánicos, inteligibles en términos matemáticos (los cuerpos extensos), por otro.
Se cumplía así una época particularmente espiritualista, pero al mismo tiempo drásticamente mecanicista. Con el tiempo, el mecanicismo se hizo tan materializante que vació al espíritu de significado. El racionalismo mecanicista cartesiano fue paulatinamente “des-espiritualizando” al universo hasta llegar a su cenit en el siglo XIX. La figura de Dios llegó a ser una “hipótesis inútil”. Pero, la Física del siglo XX desmintió el carácter mecánico de los procesos naturales; más que certezas ahora existen más preguntas.
Surge de esta manera la filosofía moderna
La Filosofía moderna halló su verdadera influencia en las mentes individuales y la conciencia histórica a partir de 1800. La imagen teocéntrica del mundo sufrió definitivamente un cambio hacia el antropocentrismo radical. Los fundamentos de la vida religiosa van perdiendo fuerza a favor de la secularización.
Otro elemento característico de la Filosofía moderna es su decidida separación de otras disciplinas. No pretenderá ser más una ciencia universal que lo explicaba todo. El mundo entonces quedaba escindido entre sujeto y objeto. Y la Filosofía se ocupará de las ideas y del pensamiento del sujeto. La Física y la Mecánica del universo fueron las primeras ciencias naturales que buscaron su autonomía; entretanto, la Química surgió a fines del siglo XVIII y la Biología halló su sentido particular, junto a la Psicología, en el siglo XIX. Cada una de las ciencias asumió un fin y un objeto particular.
Partiendo del esfuerzo por desarrollar el método la Filosofía de los siglos XVII y XVIII se centró en la subjetividad pensante y cognoscente de los individuos. Las grandes preguntas eran ¿Qué es el espíritu? ¿Cómo opera? ¿De dónde se originan sus ideas y conocimientos? ¿Cómo debe pensar? ¿Cuál es su vinculación con el cuerpo? ¿Cómo debe comportarse?
En contra del racionalismo (Francia) surge el empirismo (Inglaterra)
En Europa se defendió un idealismo radical, que se manifestó en un exacerbado espiritualismo. La Filosofía nunca antes había sido tan espiritualista. Pero, la corriente británica fue menos metafísica, más materializante y orientada hacia el gobierno de la sociedad, la difusión de la moral y de la felicidad. Los ingleses acogieron al empirismo como sistema de conocimiento; el saber se obtenía a través de los sentidos, por lo que no existen las ideas innatas.
El empirismo inglés partió del Ensayo sobre el entendimiento humano de John Locke (1632 – 1704). De aquí surgió el “método histórico”, fundamentado en la descripción de las nociones según la experiencia. Además, los ingleses, con Berkeley (1685 – 1753), produjeron el idealismo fenomenológico, que fue el sistema idealista mejor razonado de la historia: lo real para el inglés era lo que un sujeto observante percibe.
El filósofo escocés David Home (1711 – 1776), siguiendo la corriente empirista, afirmó: el pensamiento parece tener una libertad ilimitada; sin embargo, su funcionamiento creativo se acoge a la facultad de combinar, aumentar y disminuir los elementos sensoriales y la experiencia. Las cosas imaginadas se producen por la experiencia previa, proveniente del interior o exterior del cuerpo.
La Ilustración y la figura de Kant
Esta reseña no tendría sentido si no se menciona a la Ilustración, la cual se inició con Descartes y terminó con Kant. La Ilustración fue un movimiento que promovió la aplicación del racionalismo en los problemas teóricos y prácticos de los seres humanos.
Los genuinos representantes de la Ilustración fueron los franceses Rousseau (1712 – 1778), Voltaire (1694 – 1778), Montesquieu (1689 – 1755), Diderot (1713 – 1784) y los Enciclopedistas. La Ilustración es una Filosofía optimista, que situó a la razón como la nueva divinidad. Además, el movimiento se identificó significativamente con la Revolución Francesa y sus ideas de igualdad de todos los seres humanos.
La Ilustración estuvo presente en toda la Filosofía viva de la Modernidad. Por ejemplo, en Kant, representante máximo de la Ilustración, las cuestiones que planteó la filosofía cartesiana hallaron soluciones más o menos definitivas.
En suma, durante la Ilustración, la corriente filosófica que dominó fue el mecanismo y la filosofía experimental. Esta última, a decir de Diderot, facilitó el conocimiento, debido a que no era necesario saber los métodos cartesianos.
Lo cierto es que la presencia de Kant es relevante. No cabe duda que se trata de un hombre con un peso inobjetable en la filosofía occidental. Por eso, le dedicamos espacio en los siguientes párrafos.
Kant y la Filosofía crítica
En el contexto del Idealismo Trascendental, resaltó el filósofo prusiano Immannuel Kant (1724-1804). Su postura ideológica fue recogida por él en los libros Crítica de la razón pura (1781), ulteriormente en Crítica de la razón práctica (1788) y en Crítica del juicio (1790).
Básicamente, lo que planteó Kant es que los sujetos al intentar conocer algo arrastran consigo fenómenos que permanecen en el tiempo de alcance universal, que vienen dados a priori. Su método era el criticismo, el cual perseguiría saber dónde estarían los límites del conocimiento. Su teoría intentó reunir las ideas empiristas y racionalistas, a las cuales critica por haberse quedado con una sola porción de la realidad.
Por otra parte, Kant distinguió el concepto de “imperativo categórico”, con el que definió su concepción de la razón, derecho sin igual del sujeto. Los hombres no deberían ser, dice Kant, meros instrumentos o medios para alcanzar un fin, sino que también deberán ser un fin. Y es que para el filósofo cualquier sujeto tendría el mismo derecho que cualquiera a defender su razón.
Comte y el Positivismo
La Filosofía crítica analizó el fundamento del conocimiento y sus límites de validez. Consolidó la creencia de que es el funcionamiento del intelecto humano lo que produce la verdad, y no algo externo al sujeto. Ya no serian tan importantes la reflexión sobre el espíritu y sus ideas; el pensamiento filosófico se centrará en la sociedad y la historia.
La Filosofía, psicologista desde Descartes, se transformó en historicista y sociologista en el siglo XIX. Los fundamentos para estudiar la sociedad y la historia fueron hallados en las dos grandes corrientes filosóficas del siglo XIX: idealismo alemán y positivismo francés. De algún modo, ambas corrientes están vinculadas con la filosofía kantiana.
El fundador de la corriente positivista fue el francés Augusto Comte (1798 – 1857). Para el filósofo el único conocimiento indiscutible proviene de la indagación de los hechos objetivos y es objetivamente verificable. La ciencia verdadera es para Comte positiva, es decir, deberá contribuir al progreso material y moral de los sujetos. El positivismo puso su esperanza en la ciencia como salvadora del mundo.
El idealismo alemán, llevado por Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), construyó una metafísica de la evolución dialéctica de la naturaleza e historia. Los Románticos exploraron nuevas directrices hacia la verdad: la denominada “intuición emocional”. El Idealismo absoluto dieciochesco, liderado por Hegel, defendió al espíritu como la única realidad absoluta. Otros filósofos, como Friedrich Schelling (1775-1854), de igual forma hablaron de lo absoluto.
Todo el siglo XIX es particularmente filosófico, pero más su segunda mitad. Los decimonónicos influenciaron de manera definitiva al siglo XX: la revolución conceptual del ser humano se debió a Karl Marx (1818 – 1883), Charles Darwin (1809 – 1882) y Sigmund Freud (1856 – 1939)
El pragmatismo religioso que dominó en el siglo XX, halló sus raíces en el siglo XIX. Sin duda, este parece ser el último vestigio de gran influencia de lo religioso en el orbe de lo filosófico. En dado caso, la cuestión social se torna álgida. Por eso, surgen movimientos que desencadenan el estudio de las relaciones sociales entreveradas con la producción material
Marxismo y Materialismo histórico
En general, las ideas materialistas fueron aquellas que determinaron una única realidad fundamentada en la materia, de lo cual se desprendió que la conciencia es solo una consecuencia de esa materia.
En tal sentido, la máxima corriente materialista del siglo XIX fue el marxismo. Su tesis, basada en la lucha de clases, consideró que la historia de la humanidad ha sido la historia de la lucha de poder entre las clases.
Lo que el marxismo filosófico aportó radica en su ideal de hombre más justo, más fraternal y más feliz. Semejante al cristianismo, subrayó el principio de la esperanza. El ideario de Marx y de sus otros exponentes, como Engels, con quien escribió el Manifiesto comunista (1848), entendía que la economía (un concepto material) era el motor del mundo y de las desigualdades sociales.
Esta noción materialista la toman de Hegel, el primordial referente del idealismo absoluto. Igualmente, la idea de la evolución de la historia a partir de la dialéctica, es decir, la lucha entre tesis y antítesis.
Otras corrientes del siglo XIX: Irracionalismo y pesimismo cultural
El irracionalismo defendió el dominio de la voluntad del individuo sobre la razón y sus principales defensores fueron Arthur Schopenhauer (1788-1860) y Friedrich Nietzsche (1844-1900). Se trata de una corriente muy peculiar, sobre todo por su fuerte carga de negatividad y dosis de resignación que son algo contrario al optimismo moderno.
Schopenhauer enarboló el principio de individuación, que resumió la voluntad del ser humano de dominar la realidad por medio de la razón, con miras a ganar mayor longevidad. Para el filósofo el deseo de supervivencia era menester de todas las especies. Todas las especies tenían para él la “voluntad de vivir”.
La lectura de Schopenhauer lo ubica como un pesimista. Para el filósofo, el dolor sería bueno y la felicidad negativa; invirtiendo la tesis de Leibniz, replicó que el sujeto vive en el peor de los mundos posibles, un mundo en el que el dolor es perenne y su destino es intentar alcanzar lo que nunca podrá obtener. El libro más destacado de Schopenhauer es El mundo como voluntad y representación (1818).
Nietzsche igualmente se centró en el sujeto; sin embargo, lo entendió de otra forma. Schopenhauer puntualizó a un sujeto desilusionado con la vida, mientras que Nietzsche tuvo la ilusión de un “superhombre”: un sujeto con un estado de madurez espiritual y moral superior, con la capacidad para producir su propio sistema de principios… Cabe señalar al respecto los textos El origen de la tragedia (1872), Más allá del bien y del mal (1886) y Genealogía de la moral (1887).
Siglo XX: del Existencialismo al Estructuralismo y Postestructuralismo
El Existencialismo surgió a comienzos del siglo XX con el leitmotiv de la existencia humana. Kierkegaard (1813-1855) y Nietzsche, entre otros, fueron los precursores de esta corriente. Según los existencialistas, la existencia del hombre estaba por encima de su esencia.
Posteriormente, también destacan entre los existencialistas Jean-Paul Sartre (1905 – 1980), o Albert Camus (1913 – 1960). Sartre fue el más prolífico existencialista francés. Arrastrado por Martin Heidegger (e incluso Edmund Husserl con su visión fenomenológica) a una filosofía de la existencia, tomó un rumbo más extremo con un existencialismo nihilista y ateo, que desarrolló en las obras El ser y la nada y la Trascendencia del ego.
Para Sartre el yo consciente, ensimismado en la autoreflexión, se encuentra con la nada; para sí misma la conciencia es nada. En consecuencia, para que el yo “sea” es necesario que se dirija hacia las cosas, es decir que sienta, perciba y conozca.
Con estas afirmaciones recuerda la fenomenología de Husserl: el yo no está en una conciencia ensimismada (ser en sí), sino que está en el mundo. La conciencia-nada trasciende a una conciencia fenoménica: la realidad exterior es como se percibe. Entonces el “ser de las cosas” es lo que para Sartre soportaría el modo humano de ser.
El estructuralismo, como método y filosofía, procede inicialmente del neopositivismo, para el cual el conocimiento sobre la realidad se produce solo en el pensar cotidiano o específicamente científico; la Filosofía no es posible fuera del análisis del lenguaje, en el que se manifiestan las conclusiones del pensar cotidiano o científico.
Esta corriente surgió más específicamente del monismo neutro de Bertrand Russell (1872 – 1970) Como filósofo empirista, afirmó que la naturaleza del mundo era materialista e idealista a la vez. Del mismo modo como lo haría el físico ante la teoría ondulatoria y corpuscular. Así, tanto el modelo materialista como idealista funcionarían para estudiar la realidad, sin prelación de uno sobre el otro. El monismo neutro se entendió como una postura alternativa.
Se trató entonces de un sistema de pensamiento respecto de la naturaleza de la experiencia empírica. Russell consideró que el estructuralismo tendría dos vías:
- Como suma de hechos y acontecimientos
- Como suma de proposiciones sintácticas. A saber, como algo perceptible y como algo hablado y pensado.
El estructuralismo deriva del monismo neutro a partir de la idea de que las leyes de la percepción y las leyes de la logística son independientes del sujeto individual e histórico y de la experiencia. Las leyes de la percepción serían estructuras autónomas, que se le imponen a los sujetos desde una entidad no humana.
En consecuencia, en el área de la percepción, estas leyes serían los factores estructurales del campo psico-físico (las leyes de la Gestalt); en la ciencia, serían las leyes de la logística. El ser humano formaría parte de una estructura que no depende de su voluntad. Este enfoque neorrealista-positivista abriría nuevas vías de pensamiento. Por ende, tenemos una escuela de filosofía que, sin duda, tiene muchas conexiones con la psicología.
Aunque, para ser honestos, sucede que el estructuralismo no es esencialmente una filosofía, más bien es un nuevo enfoque de la realidad. En manos de especialistas el enfoque estructuralista ha dado grandes resultados en Psicología, Sociología y Etnología, entre otras disciplinas.
Posteriormente, vamos a encontrar una postura catalogada como el Postestructuralismo es un movimiento teórico y, particularmente, epistemológico, porque le interesa cómo se articula el conocimiento, que surgió de las ciencias humanas de estirpe francesa y que, además, influyó en las directrices teóricas de las ciencias humanas en Occidente.
Estructuralismo y lenguaje
La postura postestructuralista comenzó a producirse en los años sesenta cuando Jacques Derrida (1930 – 2004) presentó una conferencia en la Universidad Johns Hopkins, titulada Estructura, signo y juego en las ciencias humanas. El Postestructuralismo criticó al Estructuralismo por enfocarse en las estructuras, en detrimento de su genealogía y de su historia.
En general, los teóricos posteriores al Estructuralismo estuvieron de acuerdo en que la realidad es un fenómeno socialmente edificado y no algo independiente y preexistente, alejado de la acción humana. Además, suelen considerar que el lenguaje no describe la realidad, sino que la construye. Curiosamente, ahora la filosofía se vuelca hacia el lenguaje como novedoso objetivo de estudio.
En tal sentido, los postestructuralistas dedicaron atención especial a dos nociones: la subjetividad y el significado. Se busca estudiar el significado de los textos como un producto de las formas y los procesos que el sujeto usa para ordenar y describir la realidad.
Conforme a lo anterior, se cuestionó la lógica de la representación en la que habían estado las ciencias humanas. Y es que la lógica descrita había suscrito la tesis de que la realidad es neutra y es posible describirla objetivamente. Visto así, el Postestructuralismo cuestionó al realismo como forma de hacer ciencias humanas, porque relativiza la manera de conocer el mundo.
Como resultado, pareciera observarse cierto nihilismo, una crítica o rechazo de los valores de la ilustración sobre el progreso, la justicia y la liberación. El Postestructuralismo, vino a debatir consecutivamente los límites de los conceptos, de las analogías naturalizadas, de la representación. El Postestructuralismo como constructo filosófico persigue construir un camino propio, con el fin de despejar el panorama de la situación actual.
Filosofía y Psicología
La Psicología es una disciplina científica particular, pero que también ha venido conformándose desde y a través de muchas otras corrientes del pensamiento. La Psicología se ha venido ocupando de los procesos biológicos, psíquicos y sociales que constituyen al sujeto, por lo que es natural su enraizamiento con diferentes corrientes filosóficas y científicas a lo largo del tiempo.
No es casual que el origen de la Psicología como disciplina separada de la Filosofía se deba al eminente filósofo y fisiólogo Wilhelm Wundt (1832 – 1920), ya que la Filosofía se ocupaba de lo humano en general. En 1879, Wundt dio paso a la investigación psicológica especializada, con la creación del primer laboratorio de psicología experimental en la Universidad de Leipzig, Alemania.
La apertura postestructuralista influyó drásticamente sobre un sector de la Psicología, al estimular la creación de nuevos métodos de investigación, nuevas opciones de descripción de la realidad y, en consecuencia, otras nociones y modelos de identificación. Abrió la investigación en el tema de las relaciones entre la identidad y la alteridad, y llevó a la redefinición de los conceptos de identidad, subjetividad, sujeto, cultura, entre muchos otros.
La apertura interpretativa postestructuralista proveyó a la práctica científica (el caso de la Psicología es particular) un carácter más heterogéneo. Por ejemplo, las teorías feministas, asociadas con el Postestructuralismo, dejaron al descubierto que la realidad social e individual no son el producto de experiencias neutras, sino el resultado de experiencias y posiciones exclusivamente masculinas.
Tanto la Filosofía como la Psicología comparten el fin último de hacer el bien al ser humano. Ambas disciplinas intentan acercar a los sujetos a la verdad, procurarles una liberación intelectual y ayudarlos a conseguir la conciencia y ánimo indispensables para enfrentar la vida con mejores herramientas. La Psicología tiene, en ese sentido, un fin terapéutico.
Como podemos notar, si hay interesantes nexos entre la filosofía y el estudio psicológico. Por ello, este es un tema muy interesante; cuyas especulaciones pueden dar lugar a una cantidad interesante de conocimiento.