Aunque comúnmente las personas que no lo padecen le restan importancia a los episodios depresivos relacionados con la pérdida del amor de pareja y los apegos patológicos, este asunto es de suma importancia ya que conlleva un deterioro de la vida emocional y conductual del individuo que la padece.
Desde el punto de vista emocional, implica una relación patológica que persiste por un largo período de tiempo, incluso durante toda una vida. Si la persona o paciente no reconoce que padece el ‘trastorno de la personalidad por dependencia’ la tarea terapéutica, dirigida a su reestructuración emocional, cognitiva y social, se ve imposibilitada.
Cómo afrontar la dependencia emocional e importancia de hacerlo
Considerando las características de la dependencia emocional hacia la pareja, que pasa por una excesiva necesidad afectiva y la pérdida de sentido de la vida sin el otro, debe ser atendida por profesionales dedicados al estudio de la psique humana.
La dependencia emocional es una desviación de la personalidad respecto al común de los comportamientos afectivos humanos. Por ello, el trastorno debe ser afrontado por un psicoterapeuta o un profesional de la psiquiatría, bajo un punto de vista integral, que tome en cuenta, aparte del aspecto conductual, el psicodinámico, el afectivo y el cognitivo. Una vez reconocida la patología por el mismo paciente, corresponde al especialista y allegados el inicio del tratamiento.
Existen varios recursos clínicos para tratar a este tipo de paciente; desde tratamientos farmacológicos hasta terapias conductistas. A veces se combina el uso de fármacos que tienden a controlar la excitación y pesadumbre emocional (ansiedad y depresión) con psicoterapias específicas, según cada caso en particular.
La persona afecto-dependiente idealiza y considera el centro de su vida a su pareja. Y de producirse una ruptura, el sujeto no tarda en buscar otra persona sobre la cual dirigir toda su atención. Es posible que ambos miembros de la pareja padezcan el trastorno, aunque puede darse la combinación de un dependiente sumiso (regularmente la mujer) y un dependiente dominante (el hombre).
El círculo vicioso creado entre la carencia de amor y la baja autoestima estructura los factores para que el individuo no eche de menos unas relaciones equilibradas, sino que se una a personas para situarlas en un pedestal, otorgándoles el estatus de salvadoras.
Desde luego, quien siente ese grado de dependencia, tiene una idea distorsionada del amor y de los que es una relación de pareja. Además, la otra parte, que acepta ese tipo de dependencia, suele tener también un concepto desdibujado de la relación, al admitir la sumisión y creerse un sujeto de adoración.
En una relación de pareja con estas características la vigilancia es un asunto recurrente. El individuo dependiente querrá siempre saber dónde está la pareja, cuáles son sus movimientos diarios y mostrará insistentemente el deseo de compartir con ella. En una relación compuesta por una contraparte con cierto nivel de autocrítica tal situación conduce a la demanda de espacio vital, al agobio y eventualmente al divorcio.
En las relaciones de pareja con dependencia por sumisión y dominación, quien ejerce el dominio impone sus deseos sobre el otro. Pero, paradójicamente, el dominante puede ser también dependiente emocional, solo que sus armas de control son coercitivas, alcanzando incluso la violencia.
Para el dependiente emocional su pareja siempre estará por encima de sus afectos familiares, de sus amistades y anhelos profesionales y laborales. La pareja constituye el centro de todas sus atenciones, por encima de sus propios hijos.
Es de suma relevancia tomar las riendas de la vida, aunque el camino no siempre está libre de tropiezos. Los dependientes emocionales provienen de familias de crianza disfuncionales. La falta de afecto, acompañada de una baja autoestima, influye en las personas, deteriorando sus relaciones interpersonales.
El dependiente emocional idealiza a su pareja mientras se desarrolla la relación. El otro es visto como investido de valores y superioridad, que complementan su existencia.
Todas estas características describen relaciones de pareja conflictivas aunque parezcan para las familias y amigos muy cohesionados y felices. El aislamiento que procuran los dependientes emocionales dominantes se convierte en un obstáculo más para su abordaje, exposición y tratamiento.
Ejemplos de dependencia emocional de la pareja
Como se ha venido explicando, los ejemplos de dependencia emocional en el ámbito de las parejas y relaciones amorosas, no son fáciles de constatar por terceros.
El ensimismamiento paulatino de estas parejas y la complacencia de ambos puede prolongar en el tiempo este tipo de relaciones disfuncionales. Además, es común que su círculo de amistades sea muy reducido.
La sumisión y dominación puede adquirir, cada vez, mayor peso, derivando en humillaciones de difícil comprensión, aunque el miedo a la ruptura y la soledad es mayor.
Si se analiza la historia vivencial de las personas dependientes, se hallan otras relaciones tormentosas y patológicas, que se remontan a la adolescencia y desde comienzos de la vida adulta.
Las relaciones disfuncionales de dependencia se manifiestan, por ejemplo, entre un dependiente y un individuo ególatra, cuyo corolario podría manifestarse en estados de complacencia y terminar en desprecio. Es decir, el ególatra podría llegar a la humillación más extrema de su pareja, haciéndola sumisa y dependiente. Todo ocurre bajo un contexto de tolerancia, pues el miedo a la ruptura de la relación es superior.
El pánico a la ruptura genera ansiedad y fortalece el grado de dependencia. El individuo actúa de modos inverosímiles con el fin de conservar la pareja. Las reacciones son muy variadas, pero todas persiguen que la pareja no se aleje.
En este contexto, el temor a la soledad llega a tal profundidad que una ruptura conduce de inmediato al síndrome de abstinencia del dependiente. Tal como ocurre con las dependencias sin sustancias tóxicas (el juego, por ejemplo), la persona experimenta ansiedad, nerviosismo y temor a quedarse sola.
Una mujer que no admite críticas hacia su esposo entre su círculo de familiares y amigos puede representar un signo de que su relación no es de iguales.
A manera de conclusión
La dependencia emocional para el gremio de psicólogos es un problema en el ámbito de la personalidad, que se desprende de una conciencia alterada. El sujeto manifiesta una fijación de dependencia que va más allá de lo razonable. El deseo y el amor no son de ningún modo sentimientos negativos; pero, en los dependientes emocionales se ven tergiversados.
Esa intensidad emocional patológica antes descrita no puede derivar en una relación de pareja saludable. Los criterios que siguen los especialistas para diagnosticar esta alteración de la personalidad, se fundamentan en transformaciones de la cognición, la afectividad, el dominio de los impulsos y la vida interpersonal.
Estas formas de actuar son persistentes, muestran muy poca o ninguna flexibilidad, comprenden muchos escenarios personales y sociales. En general, se extienden a lo largo de la vida y comienzan tempranamente. No suelen asociarse al consumo de sustancias tóxicas o patologías físicas.
Como en otros trastornos de la personalidad, la dependencia emocional debe ubicarse en la línea de un trastorno de tipo adaptativo vinculado, en este caso, con la dimensión interpersonal. La dependencia emocional moderada se verifica regularmente como un sentimiento sano, e incluso necesario, pues el amor de pareja implica cierto nivel de entrega desinteresada. Al igual que el amor propio no exagerado, es un aspecto de la personalidad que favorece la comunicación interpersonal.