Los grandes artistas, científicos y pensadores son poseedores de una conciencia que va más allá del común de las personas; comprenden el devenir de su época, sin olvidar el pasado, perciben su tiempo y vislumbran el futuro.
De esta manera, si bien la conciencia temporal no es una capacidad exclusiva de las grandes mentes, no es menos cierto que esta capacidad adquiere características particulares en estos individuos.
El presente puede ser conjugado con palabras (Yo estoy, tú estás, él está, nosotros estamos), pero realmente el tiempo es devenir, es un continuo fluir. Presente y pasado parecen ser la materia prima de la memoria, porque el futuro pareciera más intangible e insospechado.
La conciencia humana puede ser considerada la cima del sistema nervioso, ya que es un proceso neuronal de autoconocimiento del ser en dos estadios complementarios: tiempo y espacio. El individuo tiene conocimiento de estar vivo en una dimensión espacio-temporal.
Concepto de conciencia temporal
La conciencia temporal (también se conoce como conciencia competente) es el conocimiento que la persona tiene de su entorno y de su influjo sobre sí mismo y los demás en el devenir del tiempo. La conciencia temporal puede advertir, con base a la experiencia, lo que potencialmente podría ocurrir en el futuro, para bien o para mal.
Es decir, pareciera que la conciencia temporal es propia de las mentes con visión histórica, capaces de analizar los hechos y proyectar el futuro, con base a las decisiones que se tomen en el ahora. La inteligencia racional involucra el ejercicio aventajado de esa capacidad de visualizar el tiempo.
El tiempo y la conciencia están entrelazados en diferentes estadios. Desde la perspectiva común, la conciencia parece estar presente en el tiempo. Por ejemplo, la alarma auditiva de un reloj indica que es mediodía, por lo que la escucha también acontece a las 12 m.
Ver una película de dos horas también implica la experiencia continuada de 120 minutos de sensaciones auditivas y visuales, acompañadas de reflexiones y emociones. Toda la experiencia transcurre en sincronía con la reproducción del filme.
En tal sentido, pudiera decirse que los estados conscientes, más allá de su tipología (el caso del filme es uno de tantos ejemplos), parecen acontecer en el mismo tiempo que los sucesos en una realidad más amplia, incluso si su tiempo concreto se hace esquivo o impreciso.
Sin duda, la conciencia puede ubicarse en el tiempo; sin embargo, también hay formas en las que la temporalidad puede estar expresada en la conciencia.
Cuando una persona ve un filme de 120 minutos, regularmente conserva la conciencia de cuánto falta para terminar, aunque no se sumerja en la historia. La mente es capaz de mantener la atención del tiempo por intervalos.
Asimismo, los recuerdos de una persona le permiten el acceso a su pasado. Es por los recuerdos que los estadios de conciencia pretéritos pueden revivirse, aunque de manera fraccionada, en la conciencia presente.
Complementariamente, los sentimientos que tuvieron vida en el pasado también pueden acceder al presente e influir fuertemente en las emociones. Por eso los sentimientos como la vergüenza pueden determinar las acciones de la vida actual.
En cuanto al futuro, las personas pueden vislumbrar acontecimientos futuros con base a la experiencia y, paradójicamente, experimentar sentimientos anticipados de temor o esperanza, condicionando el estado presente de la conciencia.
El tiempo se expresa en la conciencia de una forma más subjetiva y posterior. Y es que el ser humano experimenta conscientemente, durante cortos lapsos, fenómenos que se explaya en el tiempo, como la sucesión, la persistencia y el cambio.
Un filme son imágenes en movimiento que el ojo humano retiene y experimenta como movimiento continuo. Otro ejemplo se aprecia en la interpretación de una pieza musical; las notas son experimentadas concatenadas a diversos tiempos, tonalidades e intensidades. En consecuencia, la conciencia es capaz de comprender un intervalo temporal.
Características y ejemplos
Dicho lo anterior, la conciencia temporal se tropieza con una disyuntiva. Las personas pueden recordar el pasado y vislumbrar el futuro; sin embargo, se supone que las personas solo son conscientes –en modo directo- de lo que ocurre en el aquí y ahora, al menos esa es la prédica común.
Pero, el presente, en rigor, es instantáneo. Por lo tanto, si la conciencia está circunscrita al presente, la misma carece de extensión temporal. ¿Cómo se explicaría entonces que la conciencia directa es ajena a los fenómenos que tienen profundidad temporal? La conciencia temporal, por definición, debe explayarse en el tiempo, pero ¿no puede?
Esta paradoja ha sido explicada según tres orientaciones conceptuales:
- El concepto de la imagen en movimiento o cinematográfica. La conciencia inmediata no tiene profundidad temporal, como tampoco contenidos conscientes. La idea es similar a las imágenes fijas de una película que, puestas a moverse, producen el movimiento. Los flujos de conciencia están compuestos por sucesiones continuas de estos estados instantáneos de conciencia.
- El concepto de la retención. La conciencia temporal se explica como una estructura compleja, que está conformada por etapas instantáneas de la experiencia directa sin profundidad temporal, más memorias del pasado reciente. Los flujos de conciencia estarían conformados por cadenas de estos estadios instantáneos.
- El concepto del modo extensivo. Los eventos de experiencia se extienden temporalmente y, en consecuencia, están habilitados para sumar el cambio y la persistencia de una manera muy sencilla. Los flujos de conciencia estarían compuestos de progresiones de estos fragmentos ampliados de experiencia.
Otra de las posibilidades teóricas (características) de la conciencia temporal es que puede ser entendida como proceso. En otras palabras, se trata de experimentar las cualidades temporales de un suceso como un proceso.
Para ello es útil compararlo con la acción de correr, que es la concatenación de movimientos de extensión y flexión articular e impulso hacia el frente de los miembros inferiores, en coordinación con los superiores. Si se divide el proceso, ninguna de las acciones corresponde al acto de correr, pero es obvio que de no producirse la sucesión de movimientos de coordinación no sería posible correr.
De forma análoga, los rasgos temporales de los eventos se van produciendo en la experiencia como un proceso. La conciencia del tiempo no se produce en un momento individual, sino que es el resultado de la conciencia de una sucesión, de actos instantáneos de conciencia.
El carácter <procesual> radica en que el sujeto puede ser consciente de una sucesión, de un acto de conciencia tras otro. La conciencia es un proceso. En cambio, el tiempo y el cambio pueden estar representados dentro de la conciencia.
Importancia de la toma de conciencia temporal
La experiencia diaria está constituida por fragmentos de eventos e impresiones. El tiempo es una suerte de flujo o corriente, que lo integran múltiples ramificaciones, que siguen caminos divergentes y corren paralelamente a las diversas manifestaciones de la conciencia pre-reflexiva.
La conciencia temporal tiene el papel de unificar esta compleja estructura mediante relaciones intencionales, pero no es más que la sensación de un presente extendido temporalmente. La conciencia temporal es a la vez subjetiva y objetiva, engañosa y metafísica.
La necesidad de la toma de conciencia temporal se verifica justamente cuando una persona se percata de la realidad de la existencia, tomando en cuenta los cambios o hechos que ocurren.
Como se ha visto, la temporalidad es una noción abstracta y con no pocas interpretaciones. Los individuos solo pueden sentir el transcurso del tiempo por los estímulos, referentes, acciones, eventos, que así lo indican. Por eso, el paso del tiempo se experimenta comúnmente como una sucesión de acciones.
