octubre 6, 2024
adicción a la tecnología

Adicción a la tecnología

Detrás del problema de las adicciones a sustancias químicas o psicotrópicos están los grandes carteles de cultivo o producción, procesamiento, distribución y venta de estos productos, que parecen irreductibles. Las drogas blandas y duras y sus versiones sintéticas conforman un mercado que mueve y atesora millones de dólares en todo el mundo.

Por ello, hablar de la adicción a las nuevas formas de comunicación, redes sociales digitales más comúnmente, podría resultar una nimiedad, en un contexto tan amplio de consumo de sustancias tóxicas.

Sin embargo, el ser humano es un animal de costumbres, con un cerebro maleable, susceptible a la retroalimentación placentera y el aprendizaje por repetición y recompensa. Esta capacidad permite que los individuos puedan engancharse a actividades no necesariamente vinculadas con el consumo de sustancias psicotrópicas.

En tal sentido, las adicciones pueden expandirse a actividades tan diversas como los juegos de azar, los videojuegos y la vida virtual o la presencia telemática. En principio, las adicciones son consideradas comportamientos patológicos.

La enorme inversión en publicidad de las empresas tecnológicas y de comunicación para conquistar nuevos mercados o usuarios, ha rendido sus frutos. Hoy día carecer de un sistema inalámbrico de comunicación (teléfono móvil inteligente), reduce significativamente las posibilidades de acción e interacción social de los ciudadanos.

Todos los individuos que viven en una ciudad comprarán u obtendrán, tarde o temprano, un teléfono inteligente. Y seguramente, serán usuarios de, al menos, una red social, dependiendo de su edad y actividad cotidiana

Todas las instituciones, privadas y públicas, las pequeñas y grandes organizaciones, tienen presencia virtual en Internet. Las denominadas apps (programas de aplicaciones) promueven y definen la vida privada, social, económica, institucional y comercial en la red. El e-commerce, banca en red, pago de servicios y facturación digital, control a distancia de dispositivos (IoT), son solo parte de un repertorio de sistemas tecnológicos al alcance de una pantalla.

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La adicción y las nuevas tecnologías: conceptos y características

Hablar de adicción a las nuevas tecnologías entonces está plenamente justificado en un contexto de tanta saturación de información y unas generaciones de sujetos que prácticamente nacen en medio de pantallas de alta resolución y se ven naturalmente impelidos, desde niños, a alfabetizarse en la iconosfera contemporánea y los nuevos principios de la comunicación.

El uso y abuso del ciberespacio de ciertas personas, llevados por conflictos emocionales, estrés, ansiedad, constituye una forma de adicción. Si bien el término compuesto más resonante para definir la adicción a Internet es el de ciberadicción (ciberadicción), las patologías carecen de una denominación y clasificación más específica. 

Habría que darle nombre a las adicciones a ciertas aplicaciones que permiten una telepresencia mediante un tipo de alter ego o la hiperactividad en las redes sociales y en representaciones en vídeo; además, la compra compulsiva online y la adicción a los juegos online. La combinación ciberadicción resume el problema: la pérdida de control sobre la tecnología y su uso desmedido. 

Internet es una rica fuente de información para quien desee cultivar sus conocimientos; pero, lamentablemente las generaciones más jóvenes tienden a usarla por sus cualidades más básicas y aparentemente más atractivas.

Las adicciones a estos medios se disparan cuando comienzan a restar libertad al individuo, confinado su conciencia y cercenando sus posibilidades existenciales. Como ocurre con las sustancias químicas, el medio digital secuestra la voluntad del usuario. 

Por ejemplo, los vídeo-jugadores patológicos se dejan absorber por el entorno lúdico virtual por largas horas, día tras día, tiempo que podrían utilizar para reunirse personalmente con amigos, realizar asignaciones académicas o trabajar en nuevos proyectos, etc. Ocurre, por tanto, una influencia negativa en la vida de las personas, que podrían gestionar su tiempo en actividades constructivas.

Sin duda, existe una espectacularidad avasallante y poderosa en un dispositivo móvil inteligente, cuya función de hacer y recibir llamadas es la menor de sus aplicaciones. Los jóvenes en general sienten que no están en nada si no poseen uno.

Una estrategia de marketing fortalece esa idea de poder omnipresente. La realidad solo existe en Internet y los jóvenes visibilizan su existencia en el grupo mediante identidades, muchas veces maquilladas o adulteradas.

La conexión instantánea y en tiempo real, en las redes sociales, aleja el temor a la exclusión. Es el medio ideal para actuar en él “como si” de una personalidad popular, por la cantidad de “me gusta” que recibe o la cantidad de seguidores que va sumando. La pantalla es así una suerte de máscara y a la vez vínculo con una realidad paralela.

El conflicto de identidad se potencia, bajo el autoengaño y la invención. Tras la pantalla, la vergüenza se aplaca y la relación amorosa parece fluir más fácilmente. En este medio, el histrionismo y el narcisismo se ven fortalecidos. Aquí también entran en juego quienes buscan víctimas potenciales. 

El uso exacerbado de las tecnologías digitales produce, además de adicción, importantes riesgos ante la proliferación de las diversas manifestaciones del delito en red: pornografía infantil, adolescente, incitación al odio, etc.

En el cuadro psíquico de dependencia a las tecnologías la conducta adictiva es retroalimentada por circunstancias emocionales y eufóricas, relacionadas con las aparentes conquistas del ego. La capacidad autocrítica del sujeto es nula o se ve comprometida por los favores de la gratificación inmediata.

En tal sentido, la hiperconectividad en las redes sociales virtuales, paradójicamente, puede conducir al aislamiento, a la pérdida de concentración en el aprendizaje, y al desinterés en asuntos esenciales para el desarrollo humano. Las personas adictas a la red o a sus aplicaciones, suelen desarrollar trastornos de conducta y fisiológicos  paralelos (obesidad), y sufrir pérdidas económicas (en caso de mezclar videojuegos y apuestas).

Las personas adictas a los nuevos medios digitales supeditar el estilo de vida a la manutención del hábito. El problema no es que sean usuarios activos de la red, sino las características del vínculo con ésta.

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Vulnerabilidad y signos de conducta adictiva

Las generaciones más jóvenes pertenecientes a un estatus socioeconómico medio y alto representan la población más vulnerable a este tipo de adicciones. Y esto es así porque son los estratos sociales los que dinamizan el mercado de las tecnologías de comunicación e información. Difícilmente los jóvenes de las favelas brasileñas o de los barrios haitianos tienen los dólares para comprar dispositivos tecnológicos, llámese  ordenadores y teléfonos de última generación.

En general, los jóvenes entre 12 y 35 años, especialmente los adolescentes, son el nicho de consumo con más riesgo. Y esto se debe a que los adolescentes propiamente dichos y la adolescencia extendida tienden a buscar sensaciones diferentes y están abiertos a lo desconocido, aparte de que son quienes más usan las redes con fines recreativos.

Dentro del grupo más vulnerable, se debe subrayar que existen condiciones ambientales y psicológicas preexistentes que estimulan la adicción. Habría que estudiar los rasgos propios de la personalidad susceptible a las adicciones: 

  • Personalidades impulsivas, propensos a la disforia (que es básicamente la reducción del estado de ánimo, traducido en tristeza, ansiedad e hipersensibilidad a los estímulos). El videojuego, por ejemplo, es usado como estrategia de escape de los conflictos y la disforia.
  • Los sujetos muestran poca o ninguna resiliencia. Es decir, tienen una escasa tolerancia a las percepciones externas y sensaciones internas dolorosas, que pueden oscilar entre dolencias físicas y afectaciones psicológicas ante el peso de las responsabilidades personales.
  • La vulnerabilidad se hace patente también en personas que buscan experimentar emociones fuertes.

 

  • En otros casos, los sujetos han sufrido de acoso escolar y tienen un historial de abusos y maltratos, configurando una personalidad extremadamente ensimismada (tímida), un autoconcepto debilitado y, en fin, un rechazo de su fisonomía. 
  • Entran también en la población vulnerable quienes han sufrido trastornos psiquiátricos, como: a) depresión,  b) trastorno por déficit de atención con hiperactividad, c) hostilidad, d) fobia social, entre otros. Las redes sociales permiten conservar intacta la verdadera personalidad del usuario. Esto es útil para quienes padecen de fobia social o ansiedad por exposición al público.
  • La insatisfacción personal en adultos jóvenes puede ser un aliciente para caer, no solo en la ciberadicción, sino en el consumo de estupefacientes o alcohol. Las compras compulsivas por Internet, las utopías lúdicas en red, las aplicaciones, etc. funcionan como extensiones sobredimensionadas  del cuerpo y sus capacidades.
  • Ha de considerarse el factor oportunidad, contexto y lugar. Los jóvenes tienen mayor riesgo de convertirse en ciberadictos, porque el hábito de recompensa es inmediato, tienen los dispositivos tecnológicos a mano, sienten la presión de su comunidad y tienen que lidiar con las frustraciones escolares, efectivas, las exigencias sociales o la percepción de desorientación. 

En suma, los individuos más susceptibles de caer en adicciones, más que en la ciberadicción en particular, son aquellos que, en general, tienen una personalidad conflictiva, provienen de una estructura familiar disfuncional y conservan unas relaciones interpersonales poco desarrolladas. 

Los signos de la conducta adictiva a las nuevas tecnologías son más o menos estables; pero, en casos particulares, pueden llegar a perjudicar la vida de una persona. Se han sabido de casos en que las personas mueren, al pasar días jugando con otros usuarios remotos. El adicto se entrega al juego, dejando a un lado sus necesidades fisiológicas. Podría escribirse otro subtítulo: de la afición a la adicción. Y los signos son los que siguen:

  1. Se falsea la verdad respecto al tiempo real que se está conectado a una red social o a un videojuego.
  2. Se pierde la noción del tiempo de conexión: el ciclo circadiano se ve severamente alterado. El ciberadicto duerme menos de cinco horas por día.  Por ejemplo, las continuas derrotas o victorias en los juegos de estrategia mantienen la tensión y el flujo de adrenalina en sangre, lo que estimula la apertura, cada vez, de otra sesión.
  3. Pasar por episodios de abstinencia cuando por equis circunstancia no se puede estar conectado. La pulsión irracional se dispara y el adicto experimenta irritabilidad o cambios de humor. Asimismo, si falla la conexión, el adicto expresa rabia e impotencia.
  4. El ciberadicto siempre encontrará una excusa para no realizar otras actividades, como compartir con la familia, limpiar su habitación o compartir obligaciones domésticas. Además, se ven seriamente comprometidas las responsabilidades laborales, académicas y el cuidado de la salud misma.
  5. A pesar de tener muchos seguidores, los jóvenes realmente experimentan aislamiento en la realidad fuera de las redes. Paralelamente, tienden a encerrarse y mostrarse irritables.
  6. El éxtasis se manifiesta cuando se está frente a una pantalla de ordenador o teléfono. 

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¿Se conecta a Internet inmediatamente después de despertar o llegar a su domicilio? ¿Atiende más a sus redes sociales cuando supuestamente comparte con su familia? ¿Pasa más horas frente a una pantalla que el tiempo que dedica a comer, asearse y descansar? Si la respuesta es afirmativa a todas estas cuestiones, usted es ciberadicto o va camino a serlo. 

La señal inequívoca de dependencia es la imposibilidad de parar. Igual que ocurre con otras formas de dependencia, la ciberadicción desarrolla tolerancia; la dosis del día anterior ya no es suficiente, lo que establece una espiral de consumo para satisfacer la necesidad. La persona es prisionera de un espacio-tiempo ilusorio.

¿Cómo enfrentar este problema? 

Más allá de las condiciones psicológicas preexistentes, que estimulan una adicción de este tipo, el abuso de los dispositivos y sistemas digitales (redes sociales) conduce a la pérdida de habilidades sociales, propias del mundo real.

La comunicación asertiva, incluso el cortejo entre personas, se desarrolla con el ejercicio. Los largos años de socialización humana no pueden quedar a merced de las conexiones inalámbricas y la telepresencia, pues el ser humano es esencialmente un sistema biológico, con necesidades particulares.

Los comportamientos juveniles en las redes tienden a constituir vínculos sociales artificiales. El fin de la intervención psicoterapéutica en las adicciones sin sustancias tóxicas es el de la deshabituación (reaprendizaje) del comportamiento, de forma episódica y tutelada.

Luego, se pasa a un programa para evitar volver a caer en la adicción. Las recaídas, sin embargo, suelen aparecer en los casos más graves. El factor determinante para alejarse definitivamente de la adicción es alcanzar varios meses, incluso varios años, sin recaídas. Las condiciones mejoran y la persona vuelve a retomar paulatinamente el control de su vida.

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